Número 27, Año 5, agosto-septiembre 2018
Basta dar un recorrido breve en cualquier zona de la Ciudad de México para darse cuenta que hay más centros comerciales que parques públicos. Pareciera que brotan como hongos, de un día para otro. Cuando menos nos hemos dado cuenta ya a la vuelta de nuestra casa observamos una nueva construcción, y cualquiera de nosotros esperaríamos que fuese una nueva escuela, o un parque público en donde recrearnos, o quizá un centro de salud, o un deportivo, o una biblioteca, o un nuevo centro cultural comunitario, pero no, lo más probable es que sean nuevos departamentos de lujo, oficinas, o un nuevo centro comercial. La educación, la salud, el esparcimiento, la cultura de la mayoría de la población no representan una prioridad en la lógica capitalista. No es prioritario para quienes están interesados en generar más y más ganancias, sin embargo sí lo es la construcción de centros comerciales por el jugoso negocio que representan.
De América Latina, México es el país con más centros comerciales. Para el año 2017 se reporta la existencia de 743 centros comerciales a lo largo del país, siendo la Zona Metropolitana de la Ciudad de México la que concentra el 30% de éstos. Un total de 108 plazas abrieron en los últimos 12 años y, en contraste, solo fueron abiertos 3 nuevos espacios públicos (Parque la mexicana, Parque Bicentenario, y los Jardines del Bolsillo). Las delegaciones que inauguraron más centros comerciales son: Iztapalapa, Cuajimalpa, Álvaro Obregón, y Cuauhtémoc. Para ejemplificar el proceso descrito basta observar tan sólo 2 km a lo largo de la Avenida Universidad, al sur de la ciudad, en dónde podemos encontrar 5 plazas comerciales y 2 tiendas de autoservicio.
El pasado 12 de julio del presente año probablemente usted se enteró en las noticias del desplome de una parte de la estructura del nuevo centro comercial Artz Pedregal, ubicado al sur de la ciudad. ¡Cómo!, podría haber sido su primera impresión, cómo se cayó siendo un desarrollo hecho por expertos y con todos sus permisos en regla, y siendo éste uno de los más lujosos centros comerciales de la ciudad. Pues sí, así fue, se desmoronó como Jenga. Y la respuesta está detrás del proceso mediante el cual se desarrolló la obra: un proceso lleno de irregularidades, como la mayoría de los desarrollos inmobiliarios de la ciudad y del país. Desde que fue anunciada la construcción de la plaza Artz Pedregal en 2015, los vecinos de la zona realizaron protestas pues la obra iba a afectarlos en términos de abastecimiento de agua y, además, acabaría con más de cinco hectáreas de áreas verdes. En el 2017 se manifestaron haciendo cierres simbólicos de la construcción pero, a pesar de ello, la construcción continuó hasta terminarse.
El proyecto de la plaza Artz Pedregal tiene sus antecedentes en un proyecto llamado “Picacho Lifestyle”, obra que comenzó a construirse desde 2014. El proyecto, a cargo del Grupo Sordo Madaleno, contaba con una inversión de 4 mil 900 millones de pesos y se proyectaba su apertura para el año 2016. El responsable de la obra fue el arquitecto Alfonso Pérez Cortés y los permisos de uso de suelo y de construcción se emitieron bajo la gestión de Leonel Luna Estrada, titular de la delegación Álvaro Obregón (2012-2015). Ya desde entonces el proyecto mostraba irregularidades. Las primeras están relacionadas a la manifestación del uso de suelo, la cual en un primer momento sólo permitía la construcción habitacional tipo H270R, es decir que prohíbe el uso para oficinas y centros comerciales. Posteriormente, a través de resoluciones emitidas por la Dirección General de Administración Urbana de la SEDUVI, cuando autorizaron la construcción del proyecto denominado “Picacho Lifestyle”, dan un certificado de uso de suelo mixto de 15 niveles, sótanos, así como permisos para oficinas y un centro comercial. De esta manera lograron luz verde para iniciar obras. Sin embargo, para agosto de 2014 el Instituto de Verificación Administrativa del Distrito Federal (INVEA) suspendió de manera provisional la obra debido a que no contaba con medidas de protección a las colindancias. Posteriormente, en julio del mismo año, el INVEA junto con la Secretaría de protección Civil cancelaron la construcción. Ya desde entonces los vecinos de la zona se habían manifestado por daños a sus casas debido a las excavaciones en la zona de obra.
En marzo de 2016 se presentó un nuevo proyecto por parte del mismo grupo inmobiliario Grupo Sordo Madaleno. El nuevo proyecto sería el de plaza comercial Artz Pedregal, el cual logró concluirse, a pesar de todo, en mayo de éste año. El diseñó corrió a cargo del arquitecto Javier Sordo Madaleno de Haro, la dirección de la obra por Andrés Cajiga y de la ingeniería estructural se encargó José Riobóo, dueño del Grupo Riobóo. Cabe mencionar que el despacho de arquitectos encargado, no es cualquier despacho, si navega en su pagina web (http://www.sordomadaleno.com) encontrará que han realizado y realizan proyectos muy lujosos como hoteles, oficinas corporativas, plazas comerciales, entre otras, tanto en México como en otros países.
El mismo Miguel Ángel Mancera, durante la inauguración de la plaza dijo que “fue un proceso difícil”, y es que tuvieron que quitar de su camino las trabas que existían para la construcción, ya que efectivamente el terreno no contaba con las condiciones para albergar un proyecto de esas dimensiones, y sin embargo lo hicieron. Una temprana muestra de esa carencia de condiciones fue el desgajamiento que ocurrió durante su construcción, el 26 de noviembre de 2016. La constructora atribuyó el accidente a un reblandecimiento del suelo, pero lo que quedó claro desde entonces es que el lugar no es apto para un desarrollo de esas dimensiones. Al respecto, los vecinos ya habían señalado de corrupción en los permisos otorgados a la obra y, sin embargo, se hizo la plaza.
Y bien, los desarrolladores del centro comercial Artz Pedregal, dicen que su visión es rescatar zonas de la ciudad que están “perdidas”, “muertas” y que lo que ellos hacen es devolverle a la gente de esas zonas un espacio “público” para ellos y que contribuya a reactivar esas zonas de la ciudad. Su arquitectura es “incluyente” pues casi se “mimetiza” con su alrededor y provee un paseo “natural” ya que cuenta con áreas verdes. El desarrollo comercial contaba con 146 locales dentro de una construcción de 50 mil metros cuadrados, 14 niveles en los cuales se podían encontrar tiendas de lujo como Christian Dior, Hermes, Gucci, Prada, entre otras. Díganos, estimado lector ¿cuándo fue la ultima vez que acudió a Cristian Dior a hacer sus compras de ropa? o a Prada, o a cualquiera de las marcas de lujo que albergaba dicha plaza. Lo que queremos resaltar con esto, es que ese centro comercial, que se cayó por su propio peso, claramente fue pensado para un sector de la población que es el que acude a este tipo de tiendas que están muy lejos del alcance de cualquiera de nosotros. Fue pensado por los que de por si ya son ricos tan solo para un fin, que es el de la circulación y acumulación de más capital. Y como decíamos en un principio, la lógica de la construcción en la ciudad no está basada en una planificación territorial que incluya en primera instancia las necesidades más apremiantes de la mayoría, es por eso que vemos este panorama de descontrol total en el desarrollo inmobiliario en la ciudad.
Sirva el tema para ligarlo con el caso de la construcción de los departamentos de la inmobiliaria Quiero Casa en el predio ubicado en la calle Aztecas 215 en el pedregal de Santo Domingo en la delegación Coyoacán, donde las autoridades siguen sin hacer caso a las demandas de los vecinos organizados en la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán, quienes no han cesado de denunciar las inconsistencias legales y ecológicas de la obra. Al día de hoy no ha parado la construcción de los departamentos y continúan tirando al drenaje el agua potable que brota del acuífero somero que se encuentra en el predio. En este caso, los vecinos, gracias a la organización, han logrado hacer incluso una contrapropuesta a la de los departamentos en función de las condiciones del lugar que cuenta con un manantial de agua potable. La propuesta que tienen es expropiar el predio y que ese sitio se aproveche para acondicionar un parque realmente público para la comunidad de los pedregales.
Ambos casos, ejemplifican muy bien el choque de visión que hay sobre las prioridades del desarrollo espacial en la ciudad. No quitemos el dedo del renglón en observar los procesos que ocurren en la ciudad en la que vivimos, pues solo así podemos entender qué es lo que está pasando y si es eso lo que creemos debiera hacerse, o no. Y si no lo es, entonces, comenzar a generar nuevas propuestas, como los compañeros de los Pedregales, que estén en función de las necesidades de la mayoría de la población de cada zona, no con base en la acumulación de más riqueza en manos de unos pocos.