En los primeros días de diciembre la Cámara de Senadores decidió no someter a votación una serie de reformas legales que, en el papel, regularían el outsourcing en nuestro país. Lo anterior, tras el llamado de las cámaras empresariales, como el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), ya que según argumentaron, no fueron escuchados. Con esta acción los senadores nos muestran a quienes representan, no al pueblo, sino a los burgueses, a los grandes empresarios.
Mediante el outsourcing, también conocido como tercerización o subcontratación, una empresa contrata a otras para que realicen labores que son parte de sus propios procesos productivos o de comercialización. De este modo, la empresa central deja de contratar a los trabajadores que necesita de forma directa y lo hace mediante terceras empresas.
A diario observamos este fenómeno, por ejemplo, cuando en un hospital los trabajadores de limpieza, seguridad, comedores, incluso los servicios de diálisis, laboratorios clínicos, u otros, no son brindados de forma directa por el hospital y trabajadores contratados por este, sino por terceras empresas que venden sus servicios al hospital. En prácticamente cualquier empresa o giro encontramos esto. Empresas que contratan a otras, para que estas a su vez subcontraten a los trabajadores que necesitan las primeras.
En un inicio se subcontrataban trabajadores para que realizaran tareas secundarias o complementarias, sin embargo, cada vez más el outsourcing se ha convertido en la regla para adquirir fuerza de trabajo, especializada o no. Hoy día la tercerización no sólo incluye tareas de vigilancia o limpieza, también de contabilidad, finanzas, gestión de recursos humanos, comercialización, almacenamiento, cobranza, defensa o representación legal, publicidad, seguros, etc.
Este tipo de contratación ocupa hoy un lugar fundamental en las formas de explotación. Según el INEGI entre 2004 y 2014 el outsourcing creció alrededor de un 48%, mientras que el empleo en general lo hizo sólo apenas en un 3.7%. En 2018, según los datos preliminares del Censo 2019 del INEGI, se contabilizaron poco más de 6 millones de personas trabajando bajo el esquema de subcontratación, es decir, un 17% del total del personal ocupado. Todo esto según las cifras que allá arriba construyen y que no siempre representan correctamente la realidad de los de abajo.
El outsourcing le ha sido muy útil a los dueños del dinero. Los burgueses empresarios se benefician de este esquema porque con ello logran evadir impuestos y demás obligaciones patronales, como los pagos de seguridad social o el reparto de utilidades. Al final de cuentas ellos formalmente no son el patrón, aun cuando en los hechos las tareas que realizan los trabajadores subcontratados son fundamentales para el correcto funcionamiento de la empresa en cuestión.
Bajo este esquema las empresas capitalistas se han expandido a lo largo y ancho del globo, y con ello incrementado sus enormes ganancias. Por ejemplo, CocaCola paga a otras para que realicen los procesos de embotellamiento, almacenamiento y comercialización; o Amazon subcontrata trabajadores que almacenan y reparten sus mercancías; existe así un largo etcétera de empresas transnacionales cuyas casas matrices se encuentran en los países centrales del imperialismo global, pero que alrededor del mundo han construido una amplia red de empresas subcontratistas que formalmente nada tienen que ver con las grandes marcas, pero que en los hechos son sólo extensiones de estas.
Sobre el outsourcing, los grandes medios de comunicación, de México y del mundo, los grandes burgueses, empresarios y millonarios, nos dicen que es un esquema perfecto que permite ampliar las oportunidades laborales y generar empleos, que es un incentivo para la inversión y mejora la economía, eso han dicho ahora para frenar los tibios intentos por matizar los peores males del outsourcing, y eso han dicho los últimos 40 años, mientras el desempleo, el subempleo y la pobreza crecían. Pero acá abajo sabemos bien que mienten, que este esquema de contratación sólo los beneficia a ellos. Que de este modo pagan peores salarios, nos dejan sin vacaciones, nos someten a extensos horarios, no aportan nada o casi nada para la seguridad social, nos mantienen en la cuerda floja del despido, etc.
El outsourcing es uno de los pilares de la precarización laboral que hoy impera en México, de la llamada flexibilización, que no es otra cosa que hacer más sencillo para los patrones pagarnos salarios de hambre, forzarnos a trabajar más o despedirnos. Cualquier transformación social que se precie de serlo, debería acabar desde la raíz con el outsourcing, debería aprovechar sus mayorías legislativas, su aplastante popularidad, para eliminar la subcontratación, en ello se va la vida de millones de hombres y mujeres que a diario vamos al taller, la tienda, la oficina, la fábrica, o cualquier otro centro laboral. Mientras tanto acá abajo sabemos que debemos organizarnos, juntarnos con los que son como nosotros, y no esperar mucho o nada de los que arriba obedecen a los burgueses de siempre y quieren que todo siga igual. Sabemos que cualquier transformación, para ser real requiere nuestra organización y nuestra lucha cotidiana.