El 17 de noviembre pasado el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) cumplió 37 años de su fundación en las cañadas de Chiapas. Más allá de la mentira de turno, de la calumnia que se vuelve tendencia, o de la campaña de guerra contrainsurgente que en estos momentos enfrentan, las comunidades zapatistas existen y resisten. Vaya pues nuestro abrazo a ellas y ellos que abajo construyen una vida digna que anuncia ya la posibilidad de vencer a la muerte que el capital impone.
A modo de felicitación, porque eso se hace cuando cumplimos años, quisiéramos compartir algunas cosas que hemos aprendido de las y los compañeros zapatistas del EZLN, aunque advertimos que no son todas, ni las más importantes, sólo algunas son. Y cuando decimos que hemos aprendido, no decimos que ellos hayan querido enseñarnos, mucho menos que hayamos aprendido bien, pero en esas andamos.
La primera enseñanza es la inquebrantable necedad por hacer de la política una práctica ética, necedad que, por otro lado, exige una ética comprometida políticamente. Las comunidades zapatistas y el EZLN nos han enseñado que si de transformar el mundo se trata, para hacerlo mejor para todos, si de defender la vida ante tanta muerte se trata, entonces la práctica política no puede arraigar en el engaño de propios y ajenos, no puede basarse en el uso y abuso de las personas como si fueran votos o dinero, antes bien debe ser una política muy otra, una que sepa que su objetivo es mejorar y proteger la vida, y aún más, que su objetivo es nacer una vida digna.
En esta dignidad de la vida es donde ancla el compromiso ético de esa política. En el mismo camino, la ética que fundamenta otra forma de hacer política, debe ser una ética política. Una ética que no está en las nubes, ni en la palabra hueca que se traiciona a sí misma, volando en los sofismas de la moral, ni muerta en los libros y la academia, sino una ética que se hace fuerza en el actuar colectivo, una ética que no compromete el amanecer de mañana a cambio de las luces de artificio de hoy, una ética que se sabe de un lado de la historia, del lado de la vida y no del lado de la muerte, una ética que se nace abajo y no arriba, que, parafraseando a Martí, echa su suerte con los pobres de la tierra y de cara al sol. [1]
Una segunda enseñanza que nos han dejado los compañeros zapatistas es la importancia del trabajo de base. Si la política por la transformación social debe ser ética y ésta no puede sino comprometerse políticamente, entonces una y otra germinan abajo, con los que de nuestro trabajo vivimos, con los que abajo somos, y ahí, ética y política son semilla fértil.
El trabajo de base que no se contenta con la firma en el papel, ni con el voto en la urna, mucho menos con el dogma repetido; trabajo de base que se exige más, que camina hacia el horizonte de la participación comprometida y consciente, que no se satisface con la lucha excepcional o pasajera, sino que busca la construcción colectiva en la lucha constante y cotidiana tanto como en la ruptura radical e inadvertida; el trabajo de base que no se limita al acuerdo de cúpula sino que cultiva los acuerdos abajo, que no suplanta en la lucha, sino que invita, aprende y acompaña abajo; trabajo de base para que, parafraseando a Marx, la emancipación de los de abajo sea obra de los de abajo. [2]
Una tercera enseñanza que hemos obtenido de las y los compañeros zapatistas es la exigencia constante de una teoría que nazca de la práctica y una práctica que se enriquezca en la teoría. Una teoría que para ser crítica provoque al pensamiento, que no se deleite en la holgazanería del dogma ni en la presunción intelectual del juez crítico que no aporta, que no construye. Una teoría que mire más profundo, más lejos y mejor. Una teoría que se sepa parte de la práctica, que valore la fuerza de la abstracción sin perderse en el vacío de la forma, que asuma la rigurosidad del concepto sin olvidar la historia y el movimiento del objeto. Que, parafraseando a Goethe, no ahogue los vastos colores de la vida en la grisura de su ser [3]. Una teoría que busque siempre la práctica para florecer la vida, sin dejar de ser lo que es, teoría.
En otro sentido, una práctica transformadora que para avanzar no se baste con el ensayo y el error de la experiencia propia, ni restrinja su andar a los caminos conocidos, una práctica que no se limite ante la inmediatez de lo hecho; una práctica que para poner el mundo patas arriba, destruirlo y construirlo de nuevo, abreve del pensamiento crítico, una práctica que para navegar en el océano de lo imprevisible y contingente acuda a la brújula de la teoría. Una práctica que rompa esquemas y busque utopías porque en ese camino se construye la realidad, una práctica que sea revolucionaria porque asume el reto de hacer la vida más digna, más humana, más para todos y menos para los que arriba mandan.
Otras enseñanzas cultivamos en nuestro quehacer, algunas otras las rumiamos aun en nuestro pensamiento colectivo, varias seguramente no las hemos visto aún; sirvan las expuestas hasta aquí para recordar a quien esto lea que las comunidades zapatistas existen, viven, resisten y construyen según su modo y según sus tiempos. Sobre la mesa nos han puesto un reto, en el aire una pregunta. El primero, organizarnos, la segunda ¿y tú qué?
1] Los versos de Martí son:
Versos sencillos XXIII: «Yo quiero salir del mundo/ Por la puerta natural:/ En un carro de hojas verdes/ A morir me han de llevar./
No me pongan en lo oscuro/ A morir como un traidor;/ Yo soy bueno, y como bueno / Moriré de cara al Sol!»
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Versos sencillos III: «Odio la máscara y vicio/ Del corredor de mi hotel:/ Me vuelvo al manso bullicio/ De mi monte de laurel./
Con los pobres de la tierra/ Quiero yo mi suerte echar:/ El arroyo de la sierra/ Me complace más que el mar./
2] La frase adoptada en 1871 en los Estatutos Generales de la Asociación Internacional de los Trabajadores es: «Considerando: que la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos; que la lucha por la emancipación de la clase obrera no es una lucha por privilegios y monopolios de clase, sino por el establecimiento de derechos y deberes iguales y por la abolición de todo privilegio de clase […]»
3] La frase dicha por Mefistófeles en el Fausto de Goethe es: «Querido amigo, toda teoría es gris, pero es verde el áureo árbol de la vida […]