La “elección” más grande de México (II)

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En la última entrega de esta columna quedó pendiente analizar lo que sucedió en la Ciudad de México el 6 de junio pasado. Los hechos son bien conocidos por todas y todos, de manera tal que no nos vamos a detener demasiado en exponerlos. Nos interesa, más bien, sugerir algunas ideas para comprender, desde una perspectiva popular, qué procesos políticos subyacen bajo los resultados electorales en la capital del país.

La derrota de Morena y los números

Dentro del conjunto de “elecciones” que tuvieron lugar el 6 de junio de este año, el descalabro más notable de Morena fue su derrota en 6 alcaldías de la Ciudad de México. Desde luego, la alianza PAN-PRI-PRD se apresuró a decir, esa misma noche, que le habían “arrebatado” la capital del país al partido de López Obrador. Tanto triunfalismo requiere una buena dosis de matices.

A primera vista se podría pensar que la fuerza política que gobierna más alcaldías domina la Ciudad de México. Esto sólo es cierto de manera parcial. Un análisis más detallado tendría que tomar en consideración otros elementos –por ejemplo, la densidad de población en relación con el número de personas inscritas en el padrón, la participación electoral y su distribución por partido en cada una de las alcaldías y distritos– para poder afirmar que una fuerza es mayoritaria, al menos, en términos electorales. En este sentido, si bien es cierto que la alianza PAN-PRI-PRD obtuvo, en general, un mayor número de votos que la coalición Morena-PT (en este caso, el PVEM no formó parte de la “alianza” oficialista), también lo es que esta última gobernará sobre un mayor número de capitalinos.

Por otra parte, la participación electoral fue mucho menor que en 2018. Hace tres años atrás votó el 70% del padrón en la Ciudad de México (4,804,165 votos) mientras que este año la participación fue sólo del 52% (3,960,067 votos). Ahora bien, si comparamos los votos que obtuvieron ambas coaliciones en 2018 con los que obtuvieron hace tres semanas, la diferencia a la baja en ambos casos salta inmediatamente a la vista. Veamos esos datos.

En 2018, la coalición PAN-PRD-MC obtuvo en las elecciones para alcaldías 1,663,238 votos[1]. Por su parte, la alianza Morena-PT-PES[2] alcanzó una votación de 2,160,296. La diferencia entre alianzas fue, en aquel momento, de 497,058 votos a favor de Morena, suficiente para alcanzar el triunfo en 12 de 16 alcaldías. Ahora revisemos los números de 2021. Hace unas semanas, la alianza PAN-PRI-PRD obtuvo 1,483,003 votos en las elecciones para alcaldías, es decir, 180,235 menos que en el trienio anterior. Sin embargo, la coalición Morena-PT apenas alcanzó 1,410,272 votos en esta elección, una merma de 750,024 votos con respecto a la elección pasada. Con todo y la estrepitosa caída en la votación por Morena, la diferencia entre alianzas es relativamente pequeña, de apenas 72,731 votos a favor de PAN-PRI-PRD.

El diablo está en los detalles

Si analizamos con más detalle las votaciones en las alcaldías que perdió Morena, podemos comprobar que, en general, la gente dejó de votar por la coalición encabezada por el partido en el poder, pero eso no significa que, a nivel local, haya votado por la alianza PAN-PRI-PRD.

En Tlalpan, tras la desastrosa gestión de Patricia Aceves, la votación por Morena fue de 73,477 votos menos que en 2018. Sin embargo, la joven morenista Gabriela Osorio perdió la alcaldía frente a la alianza encabeza por el PAN por apenas 6,520 votos. En Álvaro Obregón, gobernada hasta hace unos meses por Layda Sansores –hoy gobernadora electa de Campeche– Morena perdió 61,391 votos en tres años, mientras que la votación por alianza panista aumentó 27,145 en el mismo periodo. En estos dos casos, Morena postuló candidatos “nuevos”. En ambos, además, el electorado dejó de votar por Morena (134,868 votos menos entre las dos alcaldías). Sin embargo, hay un matiz importante. Mientras que en Tlalpan la elección estuvo relativamente cerrada, en Álvaro Obregón la diferencia entre la ganadora y el perdedor fue de 70,906 votos.

Algo muy diferente ocurrió en la alcaldía Cuauhtémoc, donde la candidata de Morena era Dolores Padierna, símbolo del aparato clientelar que hasta el día de hoy caracteriza al perredismo más decadente. En esta alcaldía, Morena perdió 49,061 votos, mientras que la alianza panista ganó 52,609 con respecto a 2018. En este caso, quizá, podríamos aceptar con muchas reservas que el electorado se pasó del centro a la derecha íntegramente y aún más, ya sea por antipatía hacia la candidata de Morena, como castigo ante la gestión de Néstor Núñez López, por la “campaña del miedo”, por una reestructuración de los aparatos clientelares de PAN-PRI-PRD o por todo a la vez.

Por otra parte, donde los alcaldes de Morena buscaron reelegirse, encontramos escenarios más o menos similares. Morena perdió en Magdalena Contreras 12,483 votos, en Miguel Hidalgo 13,919 y en Azcapotzalco 41,315 con respecto a 2018. Pero la diferencia frente a la alianza PAN-PRI-PRD fue de 11,911 en el primer caso, de 29,913 en el segundo y de 10,926 en el tercero. Como se puede ver, en Miguel Hidalgo encontraríamos un patrón similar a lo que ocurrió en Cuauhtémoc, es decir, un recorrido del electorado “hacia la derecha”. En Magdalena Contreras, por otro lado, la alianza encabezada por el PAN casi duplicó los votos que obtuvo en 2018. Mientras que en Azcapotzalco la gente dejó de votar por Morena sin que eso se tradujera necesariamente en votos por la otra coalición.

Las explicaciones

Las posibles explicaciones alrededor de esta serie de descalabros electorales son diversas. Por un lado, habría que tomar en consideración las gestiones particulares de los alcaldes morenistas salientes. Todo indica que tres años bastaron para que el electorado local quedara harto de las promesas de “transformación”. Sin embargo, para aceptar una hipótesis de este tipo hace falta un análisis más minucioso, alcaldía por alcaldía, que nos permita comparar los avances y retrocesos en algunos indicadores estratégicos y establecer su posible relación con los cambios en las preferencias electorales. En este sentido habría que analizar qué tanto desgaste está sufriendo el proyecto morenista al entrar en tensión con otras fuerzas políticas en medio de una coyuntura de crisis económica y sanitaria.

Otro elemento a considerar son las contradicciones internas de Morena, las luchas por los puestos, el pragmatismo, la ausencia de unidad y de vida orgánica dentro del partido en general y, de manera particular, en las alcaldías donde sus candidatos fueron derrotados. También es posible pensar que en estas elecciones intermedias faltó el catalizador, el impulso carismático del candidato presidencial en 2018, lo cual significaría que el partido, en la medida que sigue dependiendo de un nombre, está en quiebra.

Queda, por otra parte, la evaluación de los avances de la alianza PAN-PRI-PRD más allá de los números. ¿Asistimos a una recomposición de las estructuras de estos partidos en la Ciudad de México? De ser así, habrá que explicar las causas y las condiciones que han hecho posible ese proceso. Sin embargo, cuando comparamos lo que ocurrió en la capital con el resto del país, no encontramos ni un indicio que nos lleve a pensar en ello. Más que una recomposición de sus estructuras a nivel local, PAN-PRI-PRD recibieron una bocanada de aire fresco gracias a los límites y el funcionamiento mismo del sistema electoral, diseñado para para limitar la participación de cualquier fuerza política que muestre una alternativa programática y de principios. Si la gente votó por el regreso de panistas, perredistas y perredistas, esto se debe, al menos en parte, a la ausencia de una opción de izquierda en la arena parlamentaria. ¿Le “arrebataron” la CDMX a Morena? No, pero en consonancia con lo que pasó en la elección federal, les alcanzó para establecer cierta igualdad en la correlación de fuerzas incluso en el congreso local.

La narrativa oficial pretende reducir todas estas contradicciones a un asunto de propaganda. Desde este ángulo, una parte de la clase media se dejó apantallar por las campañas de miedo y votó, asustada, por la alianza PAN-PRI-PRD. Habría que tomar en consideración, entonces, la composición social de las alcaldías, de modo que la intención del voto se definiera por niveles de ingreso. La premisa es falsa a todas luces. Si los más favorecidos votan por los partidos “conservadores” y los más pobres por las fuerzas supuestamente “progresistas”, Morena tendría que haberse llevado el “carro completo”. Pero esto no es así, ni siquiera en términos aritméticos. Como veremos en la siguiente entrega, en este país y, de manera particular, los pobres cada día son más y los ricos cada vez son menos.

Por último, incluso hay quien sugiere que la culpa de la derrota de Morena es de la “izquierda ‘crítica’ para la que nada es suficientemente progre”.[3] Debemos decir, en descargo de nuestra conciencia, que la izquierda actualmente no tiene fuerza para definir el rumbo de una elección. Y además, lo que hace la administración actual no sólo no nos parece “suficientemente progre”, sino que a nuestros ojos es una política totalmente contraria a los intereses de las clases explotadas, en la medida que persiste la impunidad, la corrupción y la violencia contra el pueblo trabajador.

[1] En ese entonces el PRI compitió por su cuenta y, en total, recogió 457,696 votos. [2] Partido Encuentro Social. En 2021, Partido Encuentro Solidario. [3] No es broma, así dicen.