176 años del Manifiesto Comunista. Algunas notas sobre su actualidad

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Realizaremos una breve exposición que será por su propia forma un tanto esquemática y fragmentaria pero que esperamos alcance a resaltar algunos elementos que estando en el Manifiesto Comunista nos permiten pensar nuestro presente, ubicarnos en la confrontación actual y orientar la lucha. Haremos breves comentarios en  torno a 4 ejes: 1.- guías metodológicas, 2.- elementos económicos, 3.- elementos políticos y 4.- algunas conclusiones político-organizativas.

1. Guías metodológicas.

La afirmación que ubica el conflicto entre clases como elemento explicativo fundamental para la comprensión de las sociedades se pone ya en el lado opuesto de las teorías de la concertación o del consenso social, y no porque adoremos el conflicto, eso es una tontería sólo explicable por la manipulación o la ignorancia. Lo que Marx y Engels nos indican es que  si queremos entender lo que pasa en la sociedad, si queremos responder de forma acertada a los distintos porqué de nuestro mundo,  no podemos por menos que intentar responder cómo y por qué se despliega la lucha entre clases sociales. Tenemos pues una advertencia radical contra el “individualismo metodológico” y sus consecuencias.  No es tan sencillo como analizar cómo nos va en la feria a cada uno, es pues un reto para el pensamiento.

Al hablar de la lucha de clases bajo el capitalismo, Marx y Engels nos hablan de las dos clases fundamentales de nuestro tiempo. Y aquí valgan algunas advertencias, no es que para estos revolucionarios sólo existan esas dos clases y nada más, para comprobarlo basta leer otros textos donde hacen aparición otras clases  y fracciones de clases, en el Capital aparecen los terratenientes, en los análisis de la realidad francesa de la época aparecen los campesinos, la pequeño burguesía y sus múltiples sectores, sin mencionar la diversidad de sujetos políticos que actúan, etc. Así pues podemos pensar a la burguesía y al proletariado como dos atractores sociales, los dos polos a donde sí o sí nos llevan las relaciones sociales dominantes en el capitalismo.

Otra advertencia importantísima  ya ampliamente reflexionada en el pensamiento social es que estas clases sociales no son estáticas, no son etiquetas que podamos pegar de una vez y para siempre, antes bien son procesos sociales que ese definen en la tensión entre al menos dos dinámicas: por un lado la dinámica del capital que según sus inversiones y modos va dando forma al proletariado y, por otro lado, la dinámica de la lucha misma, es pues en la lucha social donde las clases, proletariado y burguesía se definen.

Otra guía que se desprende de estos planteamientos es la definición del capital y de la propiedad privada como procesos sociales. Es un error común, cada que aparece la discusión sobre si es burgués o no usar un celular, pensar que la propiedad privada burguesa o el capital son sólo “cosas” que podemos como individuos tener o no, ya Engels y Marx nos dicen:

“Ser capitalista significa ocupar no sólo una posición puramente personal en la producción, sino también una posición social. El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de muchos miembros de la sociedad y, en última instancia, sólo por la actividad conjunta de todos los miembros de la sociedad. El capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social.”

2. Elementos “económicos”.

El Manifiesto es de esos textos que cada que uno lo lee o relee advierte nuevos elementos, más aun advierte la tremenda actualidad y vigencia de sus planteamientos. En el texto Marx y Engels perfilan la tendencia a la concentración del capital, hoy día esta ha alcanzado grados inimaginables, sea que se exprese en la desigualdad de la distribución de la riqueza o sea que la observemos en los procesos de compras, fusiones o adquisiciones corporativas donde el pez grande se come al chico, la concentración de capital se ha agudizado tremendamente, sin duda vivimos el tiempo del imperialismo, del capitalismo dominado por los grandes monopolios. No hay que ser ni siquiera de izquierda radical para observar esta situación, las más variadas organizaciones liberales e incluso neoliberales lo constatan.

Otro elemento de inusitada actualidad es la descripción  tan brutal del mercado mundial y en general del capitalismo mundializado. Si uno lee los fragmentos al respecto puede pensar que está leyendo algún ensayo de algún periódico de la semana pasada. En el Manifiesto se puede leer: 

“… la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países.”

La tremenda actualidad de esa descripción sólo queda limitada por la ya clara negación del carácter progresista o revolucionario de la burguesía. Hoy ya es imposible sostener de manera seria que el desarrollo de las fuerzas productivas orientado por las necesidades de los grandes capitalistas sea progresista, antes bien, ya es una realidad otra de las grandes advertencias de Marx y Engels quienes decían en la <Ideología Alemana> que las fuerzas productivas bajo el régimen del capital tendían a transformarse en fuerzas destructivas. Esto es ya una realidad palpable de manera trágica en la catástrofe del cambio climático o de la industria militar y la guerra.

Ese mundo hecho a “imagen y semejanza” de la burguesía es el que entra en crisis constantemente. Y aquí uno de los planteamientos más actuales del Manifiesto, la crisis como realidad ineludible del capitalismo. Aun cuando la teoría de la crisis alcanza una elaboración más fina en los capítulos de <El Capital>, ya en el Manifiesto encontramos una descripción brutal de la crisis capitalista por excelencia, la crisis de sobreproducción, el absurdo de una sociedad que habiendo producido tanta riqueza debe encontrar el equilibrio condenando a las mayorías a la miseria.

Y con esto no podemos dejar de pensar en la actual crisis civilizatoria, no causada por la covid19 aunque sí agudizada por los impactos de esta enfermedad y la guerra. Crisis del orden social construido alrededor del capital y su lógica, lo que incluye los problemas medioambientales y las profundas desigualdades, mismas que han degradado a la condición de desechables a inmensas capas de la población, para comprobarlo ahí las cifras de muertes durante a pandemia, ahí las grandes masas de migrantes que intentan encontrar donde sobrevivir.

Las condiciones laborales sobre las que la pandemia se extendió nos hablan ya de la situación crítica que vivíamos aun antes del nuevo coronavirus. Para abril del 2020, el 62% de todos los trabajadores el mundo pertenecían al sector informal, en los países de ingresos medios la cifra  subía a 67%, y alcanzaba el 90% en los países de bajos ingresos, las inmensas mayorías de la población trabajadora no tenía las condiciones propicias para enfrentar la pandemia, ni para hacer cuarentena ni para aislarse en casa.

A las condiciones precarias  y de bajos salarios ya conocidas debemos agregar las opresiones ancladas en las dimensiones de género, de raza e identidad étnica. Por todo el mundo han visto la luz estudios que hablan de mayores tasas de letalidad y de mortalidad entre los pobres indígenas o negros, por ejemplo, en EEUU un estudio reveló como la población negra tuvo 3.5 más probabilidades de morir que la población blanca. En definitiva la Pandemia por covi19 ha mostrado los peores rostros del capitalismo y su incapacidad para sortear contra las crisis que el mismo régimen provoca. 

3. Elementos “políticos”.

En este apartado queremos resaltar tres planteamientos del orden de lo político que expuestos en el Manifiesto nos parece sirven de brújula para la lucha actual. Primero, la definición del Estado moderno como un Estado al servicio de la burguesía, como una “junta de administración de los negocios comunes de la clase burguesa”. Segundo, la necesidad de la constitución de la clase trabajadora como clase dominante, lo que nos dicen Marx y Engels no es otra cosa que la “conquista de la democracia” y, tercero, el horizonte por transformar el poder político basado en la dominación en poder público centrado en la administración de las cosas comunes, que va dejando de ser “poder” como tal y se va construyendo como gestión colectiva.

Estos tres elementos son fundamentales si buscamos pensar las vías necesarias para la lucha, ponen en el centro un asunto fundamental: el problema del poder. Problema que no por complejo puede ser olvidado de nuestras reflexiones. Y de la mano del problema del poder están los retos organizativos, los problemas de la construcción de democracia desde abajo, la construcción de consensos sociales que incluyan lo que nos une y lo que nos hace diferentes, las complejidades de la construcción autonómica o de los ejercicios de poder popular, el asunto de la planificación de nuestras fuerzas sociales y de las formas en que los avances tecnológicos pueden sernos útiles, etc.

Las protestas sociales, las sublevaciones de los de abajo están, como lo demuestran los pueblos latinoamericanos, a la orden del día, del mismo modo el reto de construir una voluntad colectiva, una fuerza social que nos permita resistir y ofender al capital. 

4. Conclusiones políticas para la lucha.

Para terminar queremos resaltar algunos elementos de orden organizativo. La unidad como bandera estratégica para la emancipación y el internacionalismo de los de abajo como necesidad impostergable. La consigna “proletarios de todo el mundo, uníos” es uno de los planteamientos estratégicos aún vigentes, el carácter global de la dominación y la constante fragmentación de las clases trabajadoras son dos vías del ataque capitalista, contra ambas debe sostenerse que la unidad que buscamos apunta a superar las falsas diferencias que construye el capital para fomentar la competencia entre nosotrxs, y al mismo tiempo considerar que la diferencia entre los pueblos del mundo es una riqueza y fuente de creatividad social que debe favorecer la lucha por la emancipación. La tan socorrida unidad en la diferencia no es consigna vacía, exige construir acuerdos y por ello supone el debate franco y los aprendizajes mutuos.

El internacionalismo, ya necesario en el siglo XIX hoy reclama un lugar central ante el grado de mundialización del capital y ante las banderas xenófobas y nacionalistas que levanta el capital en su afán de usar el fenómeno migratorio como un mecanismo más para precarizar las condiciones de los trabajadores migrantes.

Para terminar, debemos insistir que en el Manifiesto podemos encontrar las provocaciones necesarias para pensar los problemas de nuestro tiempo, siendo uno de los fundamentales la cuestión de la organización para la revolución. ¿Cómo  luchamos? Ante esta pregunta,  Marx y Engels  nos recuerdan que en nuestra lucha no debemos olvidar nunca los intereses de nuestra clase, el punto de vista de nuestra clase, el punto de vista de los de abajo. Y aquí la advertencia no es ociosa, los riesgos de copiar las criticas de la derecha o aún más, los riesgos de asumir que los horizontes de lo posible están dados según lo que de arriba nos dicen son enormes. 

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