Número 17, Año 2, mayo-junio, 2016
En un día cualquiera en la Ciudad de México, usted se levanta temprano y sale a trabajar, a dejar a sus hijos a la escuela, a estudiar o simplemente a resolver sus pendientes. Se enfrenta a todos los problemas que implica vivir en una ciudad que parece no pertenecerle y cuya organización no es fortuita. Lo que parece designio divino o fruto del azar se inserta en un proceso mundial en el que las ciudades, su estructura y su dinámica se han acomodado de modo tal que sirvan para acumular más y más riqueza para los capitalistas. Las ciudades se pelean por el dinero de los grandes organismos crediticios y los capitales extranjeros que etiquetan las deudas como si se tratara de pilas doble o triple “A”. Para ello hacen todo lo que sea necesario: “hermosean” sus calles, se ponen diversiones y ocultan de nuestros ojos aquello que no refuerce esa impresión y son perseguidos como criminales los frutos de la desigualdad causada por el capitalismo y quienes se apropian del espacio público luchando y defendiendo la dignidad humana contra el capital. Se impulsan grandes proyectos para captar ganancias y la ciudad se vuelve atractiva y habitable para quienes pueden pagar el cúmulo de mercancías que se nos ofertan como única forma de vivirla, mientras se mantiene en la miseria y la pobreza a las grandes mayorías que viven en la periferia o lograron resistir el proceso de exclusión en alguna colonia llena de proyectos inmobiliarios.
Bajo la máscara de una ciudad moderna, sustentable y recuperada para la sociedad, se nos ha presentado el proyecto de las Zonas de Desarrollo Económico y Social (ZODES). El gobierno capitalino nos quiere convencer de que son proyectos de participación ciudadana y de gobierno con la gente, pero –como otros tanto proyectos decididos desde arriba–, se proyecta para beneficiar a una minoría o en todo caso un reacomodo estratégico para quienes habitamos esta ciudad y trabajamos en ella. Lo que se publicita como un beneficio público se convierte en un gran negocio compartido con el sector privado, con su incorporación en el financiamiento mediante Sociedades Anónimas Promotoras de Inversión (SAPI) facilitado por Ley General de Sociedades, que ve en el proyecto no un servicio a la sociedad sino una jugosa inversión. ¡Ay, ay, ay! ¿A poco sí muy solidarios los empresarios?, ¡ni que no van a pedir su tajada a cambio!, pensará usted, y con acierto.
La Ley de Desarrollo Urbano define en su artículo 4º a la Asamblea, el jefe de Gobierno, los jefes delegacionales, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial como responsables del desarrollo urbano. Sin embargo, se transfiere la responsabilidad no sólo de la planeación y ejecución, sino también el dinero público a manos privadas mediante la creación de la empresa paraestatal Calidad de Vida, Progreso y Desarrollo para la Ciudad de México S.A. de C.V. –hoy Agencia de Promoción de Inversiones (ProCDMX)–, presidida por el empresario Simón Levy-Dabbah, para designar zonas de intervención estratégica. Ello contraviniendo la Ley de Desarrollo Urbano vigente en la Ciudad de México, cuyo Artículo 3, inciso III, señala que dicha responsabilidad corresponde única y exclusivamente a un Comité Técnico de las Áreas de Gestión Estratégica. Seguramente ya escuchó en los medios de paga que las cinco ZODES designadas son: Ciudad de la Salud (Tlalpan); Ciudad de la Tecnología o del Futuro (Coyoacán); Corredor Cultural Creativo-Chapultepec; Ciudad Verde (Azcapotzalco y/o Magdalena Contreras, Xochimilco y Tlalpan); Ciudad Administrativa (Cuauhtémoc-Doctores).
Como otros megaproyectos urbanos, las ZODES se orientan a facilitar la concentración de capital mediante la oferta de servicios a “consumidores” en lugar de derechos y beneficios sociales como se pretendía con el Corredor “Cultural” Chapultepec, que de cultural sólo tenía el nombre. Esa orientación estratégica es la que se encuentra detrás de la “Ciudad Salud” en Tlalpan a favor de empresas que lucran con la salud como Médica Sur y las empresas de farmacéuticos que han invertido su capital. Las ZODES implican el cambio de uso de suelo desde 2001 para poder especular con él, atraer población con altos recursos económicos para “densificar” las zonas delimitadas y desplazar a quienes menos tienen a la periferia o a otros estados (Estado de México e Hidalgo) como resulta claro a propósito de “Ciudad administración” en perjuicio de pobladores de bajos ingresos de las colonias céntricas. El ejemplo más palpable ha sido el impulso de “Ciudad del Futuro” en Coyoacán, cuya ejecución precisó la enajenación del inmueble Planta de asfalto en la colonia Ajusco a favor de ProCDMX por medio de decreto del 23 de diciembre de 2013. El proyecto conlleva la construcción de una zona departamental de hasta 37 niveles de altura, lo cual implica una carga de consumo de recursos hídricos insostenible para la zona estructuralmente carente del vital líquido al recibirlo por tandeo. El cambio de uso de suelo para manejo habitacional comercial y mixto elevaría el costo de vida para los sectores populares y lo dejaría libre para compradores con altos ingresos en las plazas comerciales-paraderos pensados para Universidad y Huipulco, los llamados Centros de Transferencia Multimodal (CETRAM).
Pese al discurso de “sustentabilidad” las ZODES atentan contra la poca naturaleza que queda en la urbe sino contra los pueblos originarios. La “Ciudad del Futuro” implica el cambio de uso de suelo para la explotación comercial y la potencial construcción habitacional en torno al parque Huayamilpas. La denominada “Ciudad Verde”, originalmente pensada para la delegación Azcapotzalco, ha sido un proyecto que silenciosamente impulsado con el apoyo de FONATUR al sur de la ciudad en las delegaciones Xochimilco, Tlalpan y Magdalena Contreras. Se presenta como un proyecto de conservación ecológica mediante la Áreas Naturales Protegidas. En realidad se orienta a la creación de un gran complejo turístico al que se destina la mayor parte del dinero presupuestado: 1) un Corredor Ecoturístico de Los Dinamos y el Centro de Desarrollo Urbano El Barquito (Magdalena Contreras) , 2) el Parque Ecoturístico y de Aventura La Cima y el Parador Turístico Parres, El Guardia (Tlalpan) y 3) un Parque Turístico Sustentable, el remozamiento de la Zona de Embarcaderos, el hotel boutique La Chinampa y la Granja Xochimilco (Xochimilco). Todo esto bajo el encargo de una empresa privada para su realización (Anaya Amor Arquitectos).
Más que Zonas de Desarrollo Económico y Social, las ZODES revelan su verdadero rostro como Zonas de Destrucción y Exclusión Social a favor de la acumulación de riqueza. A lo mejor después de leer esto le cayó el veinte de lo que pasa en la ciudad, a lo mejor piensa que hay que hacer algo para recuperarla; a lo mejor decide que sí, que las cosas pueden cambiar, que para eso nomás hace falta que nos vayamos a organizar con la familia, los vecinos, los compañeros de trabajo y de la escuela. Si entre tanto mar de duda se decide por esta opción se estará sumando a la dignidad humana que ha triunfado ante la voracidad del capital y ha frenado el proyecto mercantil en Chapultepec o a l@s colon@s de los Pedregales y zonas aledañas que defienden el agua ante la negligencia empresarial y se oponen a la construcción de la apocalíptica Ciudad del Futuro. El freno ante el avance de los proyectos de muerte no está garantizado y sólo la indignación organizada y consciente puede contrarrestar la destrucción, la violencia y la exclusión social a la que se nos quiere condenar.
En el número anterior del Torito presentamos un artículo describiendo la problemática que dio origen a las protestas masivas y a un plantón que hasta el día de hoy mantiene en pie de lucha la Asamblea General de los Pueblos, Barrios, Colonias y Pedregales de Coyoacán en Avenida Aztecas 215, esta vez nos interesa brindar algunos elementos para percibir que no se trata de una problemática aislada sino de un hecho que conectado con muchos otros que ocurren en la ciudad de México dan cuenta de una política de crecimiento urbano subordinando al capital.