El Foro Económico Mundial 2018

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Número 24, Año 5, febrero – marzo, 2018

Como cada año, este enero entre el 23 y 26, se realizó el Foro Económico Mundial (FEM) en Davos, en las montañas nevadas de Suiza. Entre la belleza de los Alpes se reunieron los principales magnates del mundo, los más ricos y poderosos miembros de la burguesía transnacional, así como sus representantes en los diversos gobiernos, presidentes y jefes de Estado. De parte de México asistieron los secretarios de economía, de hacienda y algunos representantes de la burguesía asentada en México.

En esta ocasión el FEM trató diversos temas como: la brecha de género, las tecnologías emergentes y el cambio climático, entre otros. Y no podemos olvidar el asunto central: cómo cuidar el capitalismo y evitar otra crisis como la que actualmente vivimos y que estalló en 2008.

Este evento debiera importarnos no sólo como un hecho del mundo del espectáculo y la farándula, sino porque a él acude la crema y nata de la élite que gobierna el planeta, son quienes discuten y deciden sobre las políticas a aplicar en cada país y a nivel global. En Davos se decide parte fundamental de la vida de millones de personas que trabajamos día a día para vivir, sin exagerar, ahí entre nieve y dólares se decide el destino de la humanidad.

Con un discurso lleno de palabras bellas como democracia, gobernabilidad o desarrollo, lo cierto es que en el FEM las decisiones que se toman son profundamente antidemocráticas, no puede ser de otro modo cuando los que ahí participan no obedecen a nadie, ni han sido elegidos por nadie a no ser por sus bolsillos llenos de dólares.

No sólo se trata de decisiones antidemocráticas de origen, también de decisiones que han mostrado una y otra vez no resolver los grandes y pequeños problemas globales. Ni la tragedia de la guerra, ni el desempleo, ni el hambre, ni la violencia económica y política han sido resueltas. Por tomar un ejemplo, en los asuntos de la llamada brecha de género, que no es más que una manera sutil de nombrar la violencia contra las mujeres pobres y trabajadoras alrededor del mundo, la solución que propone el FEM es el tan mentado empoderamiento, situar en puestos de poder a mujeres1. Como si una Hilary Clinton, una Michelle Obama, una Margarita Zavala, una Elba Esther Gordillo o una Christine Lagarde resolvieran la miseria y violencia que el capitalismo causa, como si con ellas allá arriba se acabara la explotación, el despojo, la represión y el desprecio que sufren las mujeres en México y el mundo.

El lema del FEM de este año fue Creando un futuro compartido en un mundo fracturado, cuando debiera ser, cómo seguir fracturando el mundo y en el proceso hacernos más ricos. Porque a pesar de que en el Foro escuchamos voces diferentes, unos defendiendo a capa y espada el libre mercado, que no es otra cosa que eliminar barreras para el dinero y el capital, y elevar muros y fronteras para las personas, y otros, como Trump presidente de los EEUU, llamando a resolver los problemas del capitalismo en crisis mediante la defensa de supuestos intereses nacionales.

Lo cierto es que tras las aparentes diferencias, se encuentra una visión y una estrategia común: defender y fortalecer el capitalismo. Nadie habló ahí del aumento del trabajo precario, de la carestía de la vida, de la violencia genocida contra pueblos y comunidades enteras, de la creciente desigualdad entre ricos y pobres, de la responsabilidad absoluta del sistema capitalista en la crisis medio ambiental que vivimos, nadie habló ahí de cómo resolver realmente los problemas de las grandes mayorías.

A pesar de que el FEM se asume como una “fundación sin fines de lucro […] independiente, imparcial y no vinculada a ningún interés especial”2 lo cierto es que los intereses que ahí se defienden son los de la minoría que controla la riqueza, que mantiene para si los medios de producción fundamentales y que ha generado una y otra vez crisis económicas que luego pagamos los y las trabajadoras de este planeta. El FEM ni es independiente, ni es imparcial, antes bien representa los intereses del capital.

Así como ellos, arriba de los Alpes suizos, se juntan para llegar a acuerdos, nosotros, acá abajo en los sótanos del mundo, debemos juntarnos para reconocernos como explotados y oprimidos, como trabajadores y trabajadoras, con un enemigo en común, el capitalismo y sus gobiernos y Estados. Hoy más que nunca la lucha es también internacional, poco a poco y desde nuestros espacios construyamos otro modo de hacer la vida que sí resuelva nuestros problemas.