Fue en noviembre del año pasado cuando algunos ciudadanos acudieron al llamado de Andrés Manuel para manifestar un sí o un no en torno a los proyectos de su sexenio. Desde campaña López Obrador propuso la construcción del Tren Maya como el megaproyecto insignia de su gobierno, estableciendo para el mismo seis objetivos principales: 1) impulsar el desarrollo socioeconómico de la región y las comunidades locales; 2) proteger y rehabilitar las Áreas Naturales Protegidas en la Península; 3) fomentar la inclusión social y la creación de empleo; 4) fortalecer la industria turística en México; 5) promover y resguardar las culturas indígenas locales y –por último– 6) fortalecer el ordenamiento territorial de la Península.
La primera impresión que genera leer este listado es positiva, pareciera que el gobierno de la 4T pensó en todo, pues contempla aspectos ambientales, políticos, económicos y culturales, ¿qué más se podría pedir? Por eso muchos mexicanos expresaron tener acuerdo con el proyecto en aquella primera consulta. Pero quizás una segunda lectura y el paso del tiempo nos haya despertado algunas interrogantes, siendo la más inocente, sin embargo, la más pertinente: ¿es realmente posible alcanzar todos los objetivos enumerados a partir de la construcción del tren?
De entrada la información con la que contamos como ciudadanos, habiendo pasado 9 meses de aquella primera votación, sigue siendo poca. O bien el Estado no ha procurado el acceso a la información o bien aún no ha realizado las investigaciones y análisis necesarios para sostener con datos y argumentos sólidos como harán para garantizar los objetivos durante el proceso de construcción y el funcionamiento del tren. Por lo que intentar responder a la interrogante planteada a través de las declaraciones de AMLO es una labor poco objetiva, pues nos ha dado pocos elementos de los que asirnos. A esto hay que sumarle, además, la aparición de objetivos que antes no se habían planteado. Por ejemplo, en los objetivos generales del proyecto no se hace mención alguna sobre fortalecer o fomentar el intercambio comercial, pero en últimas fechas se ha dicho que el 70% de las ganancias del tren provendrán del traslado de mercancías.
Mientras tanto, decenas de artículos científicos dejan en claro que, en cuanto a preservación y rehabilitación respecta, a las Áreas Naturales Protegidas así como a las zonas arqueológicas sin explorar por las que se tiene planeado que atraviese el tren les iría mejor si esto no ocurriera. Diversos miembros de la comunidad científica han expresado en foros abiertos y entrevistas las consecuencias medioambientales irreparables que tendría la presencia del tren y la consecuente expansión urbana que supone. Aunado a lo anterior, varias comunidades indígenas de la región han expresado su rechazo rotundo al proyecto, en el cual ven la continuación de políticas que favorecen al sector privado por encima del bienestar de la gran mayoría de la población que habita la zona y, por supuesto, por encima de los intereses de los pueblos originarios cuya opinión nunca es tomada en cuenta.
Así las cosas, la lectura de los objetivos generales cambia. Parece que el desarrollo socioeconómico prometido será tan solo para un sector de las comunidades locales, aquel que pertenece a los empresarios capaces de invertir o beneficiarse comercialmente del proyecto. Que lo que se protegerá no son las Áreas Naturales Protegidas sino los intereses de la industria turística y lo que se rehabilitará será, en todo caso, algunas partes de la antigua ruta del tren…Hasta aquí resulta evidente que dentro del listado original de objetivos presentados para el tren maya, algunos solo estaban ahí para parchar y retocar la apariencia general del proyecto.
Si en un principio no era claro por qué oponerse a la construcción del tren, hoy resulta bastante complicado dar un argumento convincente para aseverar que traerá mayores beneficios que consecuencias negativas para las grandes mayorías empobrecidas de la zona y del país. Por ende, se haga o no una nueva consulta en la que se involucre a todos los mexicanos, e independientemente del voto emitido en noviembre de 2018, es importante exigir información y oponerse a la construcción de megaproyectos cuya formulación atractiva resulta, lamentablemente, engañosa. ¿Que cómo podemos oponernos? Desde nuestra perspectiva, la mejor forma de manifestar que no estamos de acuerdo con la construcción del tren será procurar mantenernos al tanto de lo que pasa para poder solidarizarnos y apoyar las iniciativas que convoquen tanto las comunidades indígenas como las organizaciones de la Península que defienden el territorio.