¿El segundo piso de la 4T? (Parte II)

III

En la entrega previa comentamos algunos de los ejes de la política económica y en particular algunos límites de la política social seguida por la actual gestión gubernamental. Ahora cerraremos estas notas con algunos puntos relativos a la correlación de las fuerzas políticas.

En el aparato de Estado se observa un proceso de reacomodo marcado no tanto por el ingreso de nuevos cuadros administrativos y de dirección, sino por la redefinición de ciertas áreas y su función dentro del subsistema de dominación. El proceso más visible al respecto fue la reforma al Poder Judicial y la desaparición de algunos organismos autónomos, aunque en el mismo canal podemos ubicar la militarización de amplias áreas de la administración gubernamental. 

Aunque este reacomodo ha provocado tensiones con sectores de la alta burocracia, con representaciones de algunos empresarios o con sectores de trabajadores de base, no supone, como lo ha querido ver la derecha, el camino hacia la autocracia, mucho menos la transformación popular del aparato estatal, como esgrimen las fuerzas gubernamentales.  Se trata sobre todo de cambios dentro del aparato de Estado que  buscan asegurar mayores grados de eficiencia en la gestión de los procesos de explotación y despojo, usando para ello el capital político obtenido en las urnas y haciendo a un lado los obstáculos burocrático-administrativos para el reordenamiento territorial a gran escala que actualmente opera el capital en México. 

La nueva y aún muy disminuida centralidad estatal adquiere sus límites concretos cuando se descubre el carácter de clase del Estado mexicano, se trata de un Estado de y para la burguesía, que si bien puede permitir la confrontación de proyectos en algunos terrenos secundarios y en oficinas locales, lejos está de ser expresión de «lo nacional popular», ni  terreno privilegiado para el conflicto entre clases, es decir, hoy las demandas de las clases trabajadoras aparecen dentro del aparato estatal sólo de manera deformada y subordinada. 

Un ejemplo de lo anterior es la exigencia por reducir la jornada laboral, la que a pesar de ser una bandera fundamental de lxs trabajadorxs aparece como conflicto entre grandes patrones. Por un lado, los que pueden permitirse mayores inversiones para eficientar sus procesos de gestión, producción y comercialización, y por otro, los que aún con procesos productivos relativamente poco eficientes mantienen sus ganancias gracias a las extenuantes jornadas de sus empleados o al acceso monopólico a recursos y mercados; esto no es otra cosa que la dinámica entre las formas de explotación propias de la llamada plusvalía relativa y aquéllas de la plusvalía absoluta. De este modo, la demanda de la clase trabajadora, reducir la jornada laboral, aparece sólo bajo la forma de una disputa dentro de sectores del capital. Una buena expresión de esto ha sido, por un lado, el anulamiento político de las buenas intenciones de la diputada Terrazas y por el otro, el  relativo protagonismo del diputado morenista, representante sindical y empresario al mismo tiempo, Pedro Haces, quien se ha pronunciado contra la reducción de la jornada, pero que no nos sorprenda en un futuro cercano defienda una reducción mínima, sectorizada y gradual, parece que hacia allá apuntan los consensos entre los grandes patrones. 

Decíamos entonces que la tarea es dilucidar el carácter de clase del Estado, identificar a qué clase y sectores de clase beneficia fundamentalmente. Sólo a partir de esta definición podremos  determinar no sólo la correlación de fuerzas dentro del mismo, sino también valorar de manera objetiva las medidas que sí favorecen al pueblo trabajador, sean los aumentos al salario mínimo o los programas sociales. Este lente nos permite entender la importancia de levantar de manera directa e independiente las demandas de las clases trabajadoras, no sólo a través de la mediación estatal, y al mismo tiempo comprender cómo la burguesía se permite ceder en algunos aspectos para asegurar lo fundamental: tener el mando.

IV 

Ante la ruta seguida por la 4T la oposición de derecha sigue perdida, sus múltiples errores tácticos expresan una ceguera estratégica: su incapacidad para comprender, y por lo tanto representar acertadamente, las necesidades actuales del capital en su despliegue contemporáneo en México. Esta derecha reclamaba como suyas las consignas de orden y progreso, de seguridad para las inversiones y presumía ser quien mejor podía negociar con los sectores transnacionales del capital, sin embargo, se mostró inepta, entreguista, corrupta hasta la obscenidad y por ahora los grandes capitales le mantienen en la banca esperando el momento en que la racionalidad irracional del capital requiera nuevas caras en la gerencia.

Por su cuenta las fuerzas políticas de la derecha siguen en el proceso de reorganización para capitalizar tarde o temprano los descontentos que afloran ya, y lo harán cada vez más, ante la incapacidad real de asegurar el bienestar de las mayorías, es decir, las salidas a la derecha se cultivan hoy desde las propias fallas de la actual administración gubernamental, de ello nos habla no sólo la historia alemana de hace 90 años, sino también la historia latinoamericana reciente que tras los gobiernos progresistas nos presentó a los Bolsonaro y los Milei. Y aquí no podríamos dejar de advertir que cuando hablamos de esta derecha presta a recuperar la conducción gubernamental no hablamos sólo de los Verastegui o las Lilly Téllez, o de burgueses con delirios de gestor político como Salinas Pliego, sino también y sobre todo de los Monreal o los Harfuch. 

Por otro lado, están las buenas intenciones de aquellos sectores dentro del gobierno y/o Morena autodenominados de izquierda, quienes insisten que el proyecto en construcción sería grosso modo: neodesarrollismo, industrialización y nueva inserción internacional aprovechando la transición al capitalismo multipolar. Sin embargo, esta apuesta adolece de un elemento clave: la clase social que le de sustento y dirección política. 

Por ahora no se observa la mínima posibilidad de algo así como una «burguesía de orientación nacional»,  tampoco son las clases trabajadoras las que despliegan un proyecto político propio a través del actual gobierno, por el contrario, hasta ahora la piedra de toque de la 4T han sido, como lo fueron antes, los grandes capitales monopólicos, sectores que detentan realmente el poder en México. Es está burguesía monopólica (nacional y extranjera) quien dirige el proyecto, por ello su desarrollismo es fundamentalmente extractivismo; su industrialización es sobre todo ensamblaje/manufactura de bajo contenido tecnológico y cadenas de suministro al servicio de las corporaciones; su nueva inserción internacional es más subordinación a los EEUU. Su prosperidad compartida alcanza para hacer inmensamente más millonarios a los millonarios y para algunos aumentos menores a las clases trabajadoras. Su capitalismo consciente es sólo consciente de su necesidad imperiosa de consumir hasta la saciedad trabajo ajeno y destruir la naturaleza. Vaya consciencia. 

Realmente sólo la participación protagónica de las clases trabajadoras, superando su subalternidad, es decir, construyendo su propia voz y camino, es capaz de levantar un proyecto de desarrollo social que supere esos límites

Proyecto que a la cooptación y suplantación política le oponga la acción comunitaria y el debate de los asuntos comunes, es decir, la democracia radical y protagónica, la construcción de poder popular. Que al nuevo corporativismo le enfrente la lucha por la democracia e independencia sindical y de clase en cada centro de trabajo. 

Proyecto que, más allá del boxeo de sombra discursivo de cada mañanera, asuma la necesidad de organizar y luchar para obligar a los grandes patrones a ceder cada vez más en cada vez más aspectos.

Un proyecto que al extractivismo y a la manufactura precarizadora le oponga la planificación estratégica de las fuerzas sociales orientadas a satisfacer las necesidades de todxs y a reconstruir el metabolismo sociedad-naturaleza. Planificación que siendo democrática no pierda de vista a la principal fuerza productiva, es decir, a la clase trabajadora, sus anhelos y necesidades. 

Un proyecto que ante la subordinación a los EE.UU. construya alianzas reales entre los pueblos del mundo y con base en ello levante la soberanía y la solidaridad como trincheras y no sólo discursos de ocasión. Que busque la inserción internacional no sólo en la dinámica ya impuesta de guerras interimperialistas, sino sobre todo en el ancho y diverso proceso de las resistencias y rebeldías contra el capital y por la vida. 

Desde luego la construcción de este proyecto reclama de todxs enormes esfuerzos, organización constante más allá de citas electorales y necesidades inmediatas, definición rigurosa del enemigo, una enorme disposición para la autocrítica y el aprendizaje, la construcción de militancia política con todo y nuestros errores y limitaciones, el desarrollo de líneas estratégicas que marquen rumbo, el cultivo paciente de nuestras capacidades, la experimentación tenaz de nuestros anhelos, la terca disposición al diálogo con los nuestros, etc. Las tareas no son sencillas pero bien lo valen. Nos urge construir futuro.

Aquí encuentras la primera parte de este texto.

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