I

El segundo piso de la 4T ha comenzado y como era de esperarse prima la continuidad. Ocupan las noticias los presagios de lo que será la cuesta de enero, o del año, las amenazas y presiones de Trump, algunos anuncios grandilocuentes hechos desde Palacio Nacional, escondidas entre páginas están las notas sobre la guerra interna, sobre extorsiones, desaparecidxs, homicidios, feminicidios, en aparente contraparte se anuncian decomisos de droga y el enésimo éxito contra el llamado narco, también están los pleitos domésticos entre los políticos de siempre.

En un esfuerzo por ver un poco más allá de la superficie intentemos delinear algunos de los principales rasgos de la realidad mexicana, aquellos que nos permitan entender mejor la situación que vivimos las mayorías trabajadoras.

La formación social mexicana se basa en un subsistema de explotación articulado en torno a los grandes capitales monopólicos, nacionales y extranjeros, sobresalen los sectores del capital financiero, maquilo-exportador, agroindustrial, minero y de servicios. 

Todos ellos han visto crecer sus ganancias en los últimos años¹, favorecidos por una política de seguridad militarizada que aunque no brinda seguridad ni paz sí favorece el despojo²; una política fiscal que por un lado les permite pagar muy poco en relación con sus inmensas ganancias, mientras por otro establece exenciones sobre el IVA, el ISR y otros impuestos³; una política agraria neosalinista subordinada a los EE.UU. que mientras divide y coopta comunidades facilita la expansión de las empresas criminales y las corporaciones agroindustriales exportadoras⁴; una política laboral impotente ante el charrismo y el neocorporativismo, que no favorece la sindicalización y que ahogada por la austeridad mantiene en la indefensión efectiva a lxs trabajadorxs⁵; una política monetaria dirigida por el Banco de México quien desde su neoliberal autonomía asegura tasas de interés que favorecen ganancias históricas para los banqueros⁶; una política industrial hasta ahora sólo presente en el papel, anclada a los buenos deseos de que “ahora sí” la inversión extranjera permita aprovechar la relocalización del nearshoring para la articulación del mercado interno⁷; una política de infraestructura cuyo norte sigue siendo favorecer el extractivismo, subordinando más las capacidades productivas nacionales al bloque norteamericano hegemonizado por EE.UU., y que promueve que la inversión pública construya los nervios neurálgicos por los que el gran capital seguirá fluyendo⁸. Como botón de muestra de esto último podemos mencionar los prometidos trenes con membrete público que serán primero que nada nuevas oportunidades de negocios para los actuales beneficiarios privados del sistema ferroviario nacional, así lo marca la recientemente aprobada reforma al 28 constitucional en la materia.⁹ 

Palabras más, palabras menos, así se dibuja la política económica del gobierno. Con la nueva centralidad estatal ocupada en facilitar la inversión extranjera no se promueve la construcción de un mercado interno favorable a los barrios y comunidades, ni se favorecen los controles democráticos para limitar al gran capital, salvo contadas excepciones como en la minería donde una ley sin dientes parece virtualmente sometida a las presiones empresariales.¹⁰

II

Al cuadro anterior se suma una política social y salarial que  intenta expresar la conciencia racional del capitalismo irracional, es decir, que pretende asegurar las condiciones mínimas para que las clases trabajadoras puedan participar, sin morir de inanición, del proceso de producción y reproducción del capital. Eso y no más es el aspirado capitalismo consciente del que hablan la burguesa dueña de Grupo Minsa, Altagracia Gómez y la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Esta intención se enfrenta con varios obstáculos de los cuales resaltamos algunos. 

Primero. El fondo social de recursos destinado a la manutención de las clases trabajadoras es absolutamente insuficiente para solventar las necesidades mínimas de salud, educación, vivienda, transporte, cultura, educación, ocio, alimentación, etc. Por ello el gasto social presupuestado debe hacer malabares y quitar de un lado para poner en otro¹¹. Si quiere fortalecer las becas  y programas sociales llamados prioritarios debe estancar y/o disminuir el presupuesto educativo o de salud, más dinero al IMSS-bienestar saldrá de menos dinero a hospitales y clínicas ya establecidas, más recursos a las Universidades Benito Juárez a costa de mantener sin crecimiento real el presupuesto de las universidades consolidadas, etc.  Lo anterior no sólo pretende asegurar los equilibrios fiscales requeridos por la doctrina neoliberal, sino que también promueve el conflicto dentro de la clase trabajadora ya que algunos sectores son beneficiados mientras otros no.

En el capitalismo para lxs de abajo hay poco y ese poco es el que se distribuye, ni hablar de aumentar significativamente ese fondo social destinado a lxs trabajadorxs, eso requeriría quitarles una porción mayor del pastel a los grandes patrones, cosa que es posible y necesaria pero de la que no se habla.

Segundo. La estructura del empleo/desempleo y la informalidad laboral se mantienen, en lo general, intocadas desde hace décadas. Más de la mitad de lxs trabajadorxs carecen de derechos y sobreviven en la informalidad, dificultando así su inserción dentro de las buenas intenciones de la política social y salarial promovida. La «brecha laboral», que incluye a los desempleados, los disponibles y los subocupados, ronda el 18%, muy lejos de la cifra alegre del 3% reproducida en medios¹². Estos datos sólo expresan un proceso fundamental dentro del capitalismo, la generación de una población excedente (Marx dixit) para quien incluso ser explotada es un beneficio que no puede permitirse.¹³ 

Tercero. Mejoras salariales y programas sociales facilitadores del consumo se enfrentan contra lo que antes se llamó ruptura del ciclo del capital , esto es, la forma que adquiere el ciclo producción/consumo en un país como el nuestro, donde los sectores más dinámicos de la economía se orientan hacia la exportación, haciendo innecesaria, desde este punto de vista, la demanda interna, por lo que lxs trabajadorxs no «necesitan» aumentar significativamente sus ingresos para convertirse en buenos consumidores asegurando así las ganancias empresariales. Por el contrario, el capitalismo en México mantiene sustanciales ganancias para los grandes patrones sin necesidad de aumentar de manera importante el consumo de las masas trabajadoras. De este modo, por ejemplo, al capital dueño de los procesos de ensamblaje de la maquila automotriz del bajío y norte del país, poco le importa que los trabajadores mexicanos ganen lo suficiente para comprar los autos, al final de cuentas estos últimos están destinados principalmente al mercado norteamericano.¹⁴

Cuarto. La intención racionalizadora de la 4T busca, como hemos dicho antes, asegurar las condiciones mínimas para que las clases trabajadoras funcionen como tales, es decir, como vendedoras de fuerza de trabajo. Sin embargo, como todos recordamos de vez en cuando, somos más que simples máquinas de trabajo, somos seres humanos que no sólo necesitamos reponer nuestras fuerzas para trabajar, sino también compartir con nuestros iguales proyectos y anhelos, caminos y esfuerzos, en definitiva somos más que vendedores de fuerza de trabajo, somos seres políticos que necesitamos constituirnos como tales en colectivo. Sin embargo, la política social promovida dentro del capitalismo falla cuando se trata de fortalecer estos aspectos. Dicho de manera más puntual, la política social de la 4T se ha sustentado, no sólo en el apoyo popular, sino también en una renovada política de cooptación, neocorporativismo y de suplantación generalizada de la voz de las clases populares. Nadie en su sano juicio cree que los Yunes, los Haces o los Monreal son la voz del trabajador. 

Esta suplantación política, facilitada por la propia debilidad de las clases trabajadoras, permite promover hasta ciertos límites al «ciudadano consumidor» mientras le niega su carácter de actor político protagonista. La despolitización se expresa también por la vía del anulamiento y aislamiento, cuando no la abierta persecución, contra organizaciones y grupos sociales que de manera independiente se sitúan a la izquierda del régimen. Por cierto, a  esa  suplantación profundamente despolitizadora deberían volver quienes cada tanto anuncian el siguiente golpe desde la derecha o quienes aplauden apologéticamente la educación política (¿bancaria diría Freire?) de cada mañanera. 

Los puntos mencionados, entre otros más, marcan límites concretos al intento gubernamental de otorgar racionalidad a los afanes capitalistas de expansión y ganancia. Hay que insistir en ello, no hay capitalismo bueno, ni humanista, ni consciente, su naturaleza es profundamente violenta e irracional, por ello debemos dirigir nuestros esfuerzos a superar este sistema, derrocarlo.

Continuará…

---

NOTAS