Elecciones, entre campañas y programas

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Desde hace ya bastante estamos en tiempos electorales. En este breve escrito presentamos algunas consideraciones para enmarcar estas elecciones, en especial la presidencial, y para intentar comprender qué proponen y representan los partidos que participan.

El Prian y la llamada oposición electoral

Del lado de la llamada oposición, el Prianismo, lo que queda del PRD y ese engendro que dice buscar el imposible centro político, llamado Movimiento Ciudadano, no plantean nada nuevo. Este último,  pragmático al fin y al cabo, intenta afianzar su papel de bisagra no para mejorar las condiciones de vida de la gente sino para negociar mejores posiciones para sus dirigentes, esa ha sido su historia desde su fundación, si para ello debe sonar ciudadano, socialdemócrata, progresista, fosfo, juvenil o inteligente, lo intenta, aunque esto no les alcance para borrar su adn priista y neoliberal, no por nada Dante Delgado, su principal dirigente, es hijo político de uno de los cuadros ejecutores más sobresalientes de la llamada guerra sucia, el militar represor y priista Gutiérrez Barrios.

Por su parte desde el prianismo no atinan a comprender el hartazgo popular mostrado en los sexenios anteriores, le apuestan a la desmemoria y la desilusión,  su proyecto es más de lo mismo y de la misma forma, neoliberalismo clásico servido en los frascos viejos de la privatización y el mercado, de la sumisión ante los EEUU y  la más cínica corrupción aderezada con una pantomima de democracia. 

En el plano estrictamente de la campaña electoral el prianismo ha dado tumbos, no tiene rumbo, parece que juega a perder. No acomete una campaña sucia de gran calado, como lo hizo por ejemplo en 2006,, sus fake news en redes caen por ridículas, las plumas a su servicio parecen cada vez más alejadas de la realidad, tampoco se concentra en dar propuestas serias, intenta apropiarse de algunas banderas de la llamada 4T, mismas que ésta tomó de los movimientos sociales y populares de resistencia al neoliberalismo,  pero lo que en el caso morenista aparece como reivindicación histórica, aunque no lo sea, en el caso prianista se muestra como lo que en efecto es, vil oportunismo. Ni siquiera lograron fabricar una candidata vendible, las acciones de esta última son fiel expresión de una campaña sin rumbo y la nulidad de su propuesta política.

La inocua campaña electoral que han desarrollado nos recuerda que durante  los últimos años sólo la atención desde Palacio Nacional mañanera tras mañanera, y el constante boxeo de sombra desarrollado por el presidente dotaron de reflectores  mediáticos a estos sectores, no olvidemos que prácticamente AMLO eligió a Xochitl como la candidata opositora (aunque tampoco es que tuvieran muchos cuadros de donde elegir). 

Del mismo lado, pero en otro sector, los rostros más novedosos, “outsiders” les dicen (ahí Lilly Téllez o Verastegui), que impulsaron discursos de una ultraderecha creciente, aunque aún marginal a  nivel global, no pudieron avanzar y  por ahora esperan mejores tiempos para “llamar al orden” e imponer salidas retrógradas a crisis futuras.

Ante la nula capacidad mostrada por estos aspirantes a gerentes, los que mandan realmente, los dueños del dinero, no toman muy en serio al prianismo, salvo alguno que otro despistado incapaz de ver los nuevos tiempos, o alguno más ruidoso (nadie piense en el tío Richi)  que  sólo usa a esta oposición electoral como ariete para chantajear y ganar algunas posiciones extra y acomodarse mejor dentro del sistema de dominación. Habrá que estar atentos a estos sectores, su irracional ambición puede en un futuro atentar contra la estabilidad de su propio sistema de explotación y dominación, por ahora no son ellos los que dirigen a la clase burguesa en su conjunto.


Los sistemas electorales de partidos, en general, gozan de buena salud. Las mayorías populares siguen acudiendo en masa a las urnas para elegir a políticos que no representan sus intereses, pero que se han convertido en verdaderos maestros en el arte de utilizar cualquier recurso (material o retórico) para cumplir con el rito de la “democracia” y cubrir sus acciones legislativas y de gobierno con una pátina de legitimidad. 

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La 4T Morenista

Hoy la vanguardia en la gestión capitalista se encuentra del lado de la llamada 4T. Morena ofrece lo que ha hecho durante este sexenio: una gestión del capitalismo que al mismo tiempo que genera mejores condiciones para renovar los procesos de acumulación (promoción del consumo y estabilidad macroeconómica incluidas), con las crecientes (y obscenas) ganancias para los dueños del dinero que ello supone, promete mantener calmado al “tigre” con una todavía tibia redistribución de la riqueza vía programas sociales y brochazos de radicalismo plebeyo en lo simbólico. Todo acompañado de la militarización creciente, un renovado y focalizado centralismo estatal en la generación de cierta infraestructura para la reproducción ampliada de capital, esto acorde con los discursos hegemónicos de los países ricos e instancias como el G7 y su  “Consenso de Cornwall”. Todo lo anterior sustentado en la alineación subordinada a los EEUU en la coyuntura geoeconómica y geopolítica global en curso. 

En síntesis, el proyecto que ofrece la 4T es hoy el más útil para los intereses de los dueños del dinero-capital, por eso el claro apoyo que estos ofrecen para asegurar la continuidad del oficialismo en los puestos claves del aparato estatal, para muestra un botón: la reciente Convención Bancaria en Acapulco, donde los dueños del dinero mostraron todo su respaldo al presidente y a su sucesora.  Cuando sus propagandistas dicen que la candidata de la 4T tiene altura de estadista quizá se refieran a esto: es la elegida para intentar mantener el mando en manos de los grandes patrones y asegurar la obediencia del pueblo.

En el plano electoral, el chapulineo, las alianzas con los poderes fácticos locales, legales o ilegales, los acuerdos con caciques priístas o verdes, así como el ejercicio de gobierno en estados y municipios, programas sociales incluidos, parece asegurarles la capacidad operativa en el terreno necesaria para el día de las elecciones asegurar su continuidad. La candidata presidencial de la 4T nada de muertita, con eso asegura la victoria (en la ciudad de México es otra historia). 

Bajo el slogan del llamado Plan C buscan asegurar mejores posiciones en el aparato estatal. Sin importar las críticas esgrimidas incluso dentro de las propias filas del obradorismo, le llaman realismo político al pragmatismo sin principios ni brújula transformadora, mientras  aseguran estar construyendo un bloque histórico de carácter nacional-popular.

Olvidan que  el realismo no es posibilismo político, el primero considera la situación de las fuerzas sociales con miras a la transformación, el segundo, el posibilismo, sólo toma en cuenta la correlación de fuerzas para acomodarse a ella, es pragmático en la medida que asume que lo aparente e inmediato es lo  real y olvida las tensiones y contradicciones profundas, piensa que el síntoma es la enfermedad y por ello no ofrece soluciones reales.

Por ejemplo,  desde su posibilismo político asumen que si hoy día la llamada economía nacional está fuertemente subordinada a los EEUU no hay nada que hacer más que acomodarse y sumarse de lleno al antes criticado libre comercio de la mano del T-MEC, aplaudir la inversión extranjera directa con la cantaleta del nearshoring sin mencionar sus negativos impactos sociales y ambientales, ni las enormes e injustas ganancias que esta significa para las grandes corporaciones extranjeras. Si hubiera una política transformadora realista buscarían, en este asunto, la promoción real y no sólo discursiva de la articulación, cooperación e integración regional con los pueblos latinoamericanos. Esa es la vía para sentar las bases de una relación con los EEUU basada en el respeto mutuo y la soberanía nacional. 

Por otro lado, olvidan que la construcción de un bloque histórico nacional-popular significa ampliar las bases sociales de la lucha, la ampliación de las alianzas dentro de los sectores populares y no fuera de ellos; se trata de trabajar por el desarrollo de la conciencia, la organización y la movilización de aquellos sectores de la clase trabajadora que por diversos motivos no participan dentro del hipotético bloque histórico. Si ese fuera el objetivo de su llamado plan C, antes que incluir chapulines e impresentables de todos los partidos políticos, trabajarían por desarrollar alianzas y relaciones éticamente sanas y políticamente fructíferas con quienes resisten ante el despojo de sus territorios, luchan por mejores condiciones de empleo y salarios dignos, buscan a sus familiares, luchan en defensa del agua y por soberanía alimentaria, defienden la paz con justicia y dignidad sin militarización y punitivismo, luchan por memoria y justicia para sus asesinadxs, etc., en lugar de ello aceptan en sus listas electorales a lo más ruín de la llamada clase política. Desde el dirigente/cacique local hasta el secretario de Estado, la simbiosis con el PRIgobierno no puede ocultarse. Construyen un bloque histórico, sí, pero no nacional-popular, ni plebeyo, sino uno donde los grandes patrones mandan y todos los demás obedecemos. 


El pasado 5 de febrero el presidente AMLO presentó una serie de iniciativas de reformas constitucionales sobre los más diversos temas, desde la anunciada propuesta de reforma al Poder Judicial hasta la legalización del carácter militar de la Guardia Nacional, pasando por reformas concernientes a los pueblos originarios, vivienda, salud, alimentación, las consultas populares y los montos de pensiones para los trabajadores formales, entre otros temas.

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La lucha sigue…

De uno y otro lado del espectro electoral apuestan a la teatralidad, los gastos enormes en propaganda, debates que no lo son, polarizan en lo secundario mientras están de acuerdo en lo principal. Inversión extranjera directa y el llamado nearshoring sin hablar de los terribles problemas sociales que deja; combate a la pobreza sin combate a las grandes riquezas y sin tocar la explotación; programas sociales sin atacar la desigualdad estructural ni promover la organización popular; infraestructura para que las  grandes empresas sigan adueñándose de agua y energéticos sin hablar de los despojos y violencias que dejan; etc. En lo fundamental están de acuerdo, eso no hay que olvidarlo. 

Habrá quienes, llamando a votar, aseguren que hoy otra vez está en juego el destino del país, nos hablen de gestas heroicas y de la necesidad de cerrar el camino a la derecha más retrógrada o de defender la democracia ante la dictadura populista. Unos y otros nos prometen el paraíso, ambos  olvidan que gane quien gane los problemas para las mayorías seguirán y que la mejor forma para hacerles frente es organizándonos entre los que somos parecidos en dolores y problemas, entre  los que debemos trabajar para vivir sin importar el color de nuestra playera, y así organizados luchar juntxs por defender nuestros derechos.

¡ Gobierne quien gobierne, los derechos se defienden ! 
¡ Votes o no votes, organízate!