La contradicción insoslayable entre el capitalismo y la naturaleza en el seno de la 4T

[Fragmentos. El articulo completo se encuentra en Metabólica, número 1, El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, la cual puede adquirirse aquí]

1. ¿Por qué el capitalismo no puede ser ambientalista?

[…] el principal objetivo del capitalismo es la acumulación de capital por cualquier medio posible, usualmente por medio de la explotación del ser humano y de la naturaleza, entonces bajo cualquier situación el interés siempre será la ganancia y no los supuestos objetivos sociales; mucho menos la conservación de la vida. Esta pretensión hará que no importen los límites biofísicos del planeta, que las necesidades dentro del sistema sean ilimitadas y que el rumbo de la historia lo dicte el capital y no el ser humano como sociedad.

¿Cómo entra en conflicto el ambiente con el objetivo de acumulación de capital?

Hace ya muchos años Carlos Marx, en el Tomo I de El Capital, escribía que la relación que mediaba a la sociedad y a la naturaleza era el trabajo:

“El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez a su propia naturaleza[…] El proceso de trabajo es una actividad orientada a un fin, el de la producción de valores de uso, apropiación de lo natural para las necesidades humanas, condición general del metabolismo entre el hombre y la naturaleza, eterna condición natural de la vida humana y por tanto independiente de toda forma de esa vida, y común, por el contrario, a todas sus formas de sociedad (Marx, 1867: 215).”

En este sentido, el concepto de metabolismo adopta un carácter ecológico específico y un significado social general (Foster, 2001). El concepto podríamos entenderlo como el conjunto de acciones a través de las cuales los seres humanos se apropian, producen, circulan, transforman, consumen y excretan materiales y/o energías provenientes del espacio natural en el proceso mismo de su reproducción social. El metabolismo se da bajo dos condiciones: como especie biológica y como sujeto social, en un mundo material que tiene sus propias relaciones físicas, químicas y biológicas. […] Por ello, la comprensión plena de la condición humana exige una integración de lo biológico y de lo social en la que ninguno obtenga primacía o prioridad ontológica sobre el otro, sino que se les considere esferas relacionadas de modo dialéctico.

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¿Por qué la crisis ambiental? La ruptura metabólica como una explicación

El concepto de “ruptura metabólica” de Marx fue desarrollado en el contexto de la pérdida de ciertos nutrientes del suelo –nitrógeno, fósforo y potasio– debido a la exportación de comida y fibras a las ciudades en crecimiento en el siglo XIX. En vez de ser devueltos a la tierra, como en la producción agrícola tradicional, estos nutrientes eran transportados a miles de kilómetros y terminaban como desechos contaminantes en otras ciudades. […]

En el análisis de Marx, el capitalismo había creado una “escisión irreparable” en la “interacción metabólica” entre los seres humanos y la tierra. Por la cual era necesaria una “restauración sistemática” como una “ley reguladora de la producción social”. En los Grundrisse (1857-1858) Marx observa que bajo el capitalismo, la agricultura había dejado de sostenerse por sí sola; ya no era posible encontrar las condiciones naturales de su propia producción en ella misma de modo natural, espontáneo y a mano, sino que éstas empiezan a existir como industria independiente, separadas de ella (Marx, 1973: 527) […]

La ruptura metabólica refiere entonces a la forma específica de producción agrícola en el capitalismo que por su misma lógica de acumulación de capital implica necesariamente la expoliación de los recursos del suelo y de la naturaleza. El concepto de metabolismo nos proporciona un modo concreto de expresar la noción de la alienación de la naturaleza como la relación con la alienación del trabajo en el capitalismo (Foster, 2001).

Este proceso nos permite entender la inconmensurabilidad entre las estrategias que intentan internalizar los costos ambientales de la producción a través de la mercantilización de la naturaleza y la ruptura naturaleza-sociedad inherente a la producción y al desarrollo capitalistas. Bajo estos hechos lo que terminan haciendo los mecanismos para enverdecer al capitalismo es profundizar la relación destructiva existente del humano con la naturaleza.

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Producción de la naturaleza en su forma mercancía

Neil Smith (1990) plantea que los seres humanos al reproducirse socialmen­te producen la naturaleza externa e interna en su conjunto. Ya que el me­tabolismo social ha sido profunda­mente transformado mundialmente y en todos los rincones del planeta, no solamente en forma sino en esca­la esto coincide con el ajuste que se lleva a cabo en el patrón de acumula­ción de capital que conocemos como neoliberalismo. Esto quiere decir que las formas actuales de la relación ser humano-naturaleza ya son de por sí producto de nuestro sistema social.

Una de las herramientas más importantes que propone Smith para entender este fenómeno es el paso de la subsunción formal a la subsunción real de la naturaleza. En un primer momento, en la subsunción formal, la acumulación de capital se facilita por una expansión continua en extracción y expoliación de la naturaleza vista como recursos. La dependencia del patrón de acumulación de capital a la naturaleza se intensifica llevando así a la necesidad de una subsunción real de la naturaleza. Esta transición se traduce en dos cambios fundamentales: el primero es la circulación de la naturaleza en la producción agrícola o en la mejora de tierras y el segundo es la producción de la naturaleza a través del capital como la biotecnología, la reproducción de la naturaleza en los propios términos y lógicas que el capital. Esto último profundizará la producción de la naturaleza como mercancía, ya que por medio de un intenso desarrollo tecnológico la naturaleza producida puede circular en el mercado financiero disfrazada de futuras materias primas, créditos ecológicos, acciones corporativas y/o propiedad intelectual sobre características biológicas como los genes.

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La producción de la naturaleza bajo los propios códigos del capital, es decir, la subsunción real de la naturaleza abre un nuevo horizonte en la discusión sobre la destrucción de las bases materiales de la producción que ha sido el principal argumento del movimiento ambientalista al plantear la posibilidad de que el capitalismo en aras de la resolución de la crisis ambiental puede reconfigurar por completo la relación transhistórica entre el ser humano y la naturaleza.

2. La economía verde y sus ansias de mercantilizar la naturaleza

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La conservación neoliberal, siguiendo la crítica de Büscher (2012), la podemos entender como el acoplamiento de la ideología y las técnicas sustentadas bajo la premisa que la naturaleza solamente puede ser conservada a través de la sumisión al capital y la subsecuente revaloración de sus términos a los del capital. Esto corresponde a ubicarla dentro del proceso de expansión del capital (McAfee, 1999). La naturaleza no sólo es codificada en términos del capital sino que se pretende refuncionalizar dentro de la lógica del capital, como si la dinámica de los ecosistemas y los seres vivos se comportara como una mercancía. La promoción de nuevos mercados y la creación de incentivos económicos como el Pago por Servicios Ambientales (PSA), el ecoturismo, el aprovechamiento comercial de la vida silvestre y los esquemas de certificación para la producción sustentable u orgánica, son el ejemplo de esta tendencia (Durand, 2014). La creación de Áreas Naturales Protegidas como ejemplo de este proceso, al menos en México, están basados en lo que se ha llamado conservación comunitaria (community based conservation) (Adams y Hutton, 2007) que promueve el “desarrollo” local y de las comunidades y pretende legitimar por medio de los propietarios de la tierra los esquemas de conservación neoliberal.

La mercantilización de la naturaleza abstrae por completo la historia evolutiva de los seres vivos y las relaciones que se construyen al formar parte de un ecosistema. Cada especie y sus funciones en éste son vistas de manera aislada sin valorar su proceso ontológico y su papel ecológico en el mismo. Abstrae, separa y fragmenta, a cada gen, organismo, comunidad o ecosistema de su propia historia y relación biológica (Kosoy y Corbera, 2010). Los organismos se objetivizan en cosas que no guardan relación con el conjunto del ecosistema negando la posibilidad de explicar a ese organismo en función de sus relaciones ecológicas o de su devenir evolutivo.

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Por eso uno de los principios que se tienen que seguir reivindicando es la inconmensurabilidad en la valoración económica de la naturaleza (Martínez-Alier y Jusmet, 2000). El orden ontológico natural no es igualable, ni reductible a una misma escala susceptible de cuantificación. No es reductible a un precio. Siglos atrás, Marx criticaba la producción de valor de cambio generalizado ya que forzaba todas las cualidades de los productos de trabajo o valores de uso, frecuentemente inconmensurables entre sí, a ser juzgadas y apreciadas de acuerdo con criterios de magnitud. Así, las uniformizaba y enajenaba la mente del individuo al hacerle perder la visión de lo cualitativo en aras de una mera percepción cuantitativa (Marx, K. 1982 [1867]). La inconmensurabilidad, la ausencia de una unidad común de medición en valores plurales, conlleva no solamente el rechazo del reduccionismo monetario sino el reduccionismo energético y cualquier pretensión de valor unidimensional (Martínez-Alier, 1998).

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El caso de los bonos de carbono y el PSA en México

Kosoy y Corbera (2010) analizan el Pago por Servicios Ambientales (PSA) como una fetichización de la mercancía. Estos autores señalan que el proceso de fetichización de la mercancía (transformación de los bienes y servicios en objetos destinados al comercio entre mercancías) en PSA involucra necesariamente tres etapas. La primera implica la reducción de una función ecológica al nivel de capital natural, por lo tanto, separa un servicio ambiental de todo el ecosistema; la segunda implica la asignación de un valor de mercado a un servicio ambiental; y la tercera implica la asimetría entre proveedores y consumidores de estos servicios en el mercado.

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3. La agenda ambiental en el Estado mexicano y su sectorización

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Áreas Naturales Protegidas y su modalidad mexicana

La estrategia de conservación para el establecimiento de Áreas Naturales Protegidas (ANP) como parte de una política de Estado ha sido la más desarrollada en el país (Bezaury y Gutiérrez, 2009). Durand (2014) afirma que las ANP aseguran el lugar idóneo para la instauración de negocios verdes, además de ubicar el proceso paralelo entre el crecimiento de ANP en todo el mundo y el desarrollo del neoliberalismo. El establecimiento de ANP tiene su explosión en la década de los ochenta y noventa, no sólo en México sino a nivel mundial (Brockington, 2008). El neoliberalismo, en la lógica de la acumulación y expansión del capital, desarrolla un brazo más: el capitalismo verde. Fusionando una preocupación real como lo es la conservación, se han generado mecanismos de control y políticas públicas verticales (up to down) que encubren la demanda social más profunda.

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La modalidad mexicana de ANP, aunque resulte de la “conciliación” de los objetivos de la conservación y los del desarrollo y busque conservar para salvaguardar ciertos espacios de la influencia del desarrollo también tiene un interés en conciliar la conservación con los nuevos negocios “verdes” (Brockington et al., 2008). Además, es común que la buena conservación de las ANPs sea resultado de su establecimiento en zonas previamente conservadas por las comunidades campesinas e indígenas y no de su establecimiento en sí (Doane, 2014). A este proceso le han nombrado acumulación por conservación (Smith, 2007).

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4. El discurso ambiental de la Semarnat en la 4T y sus ilusiones

La conservación biocultural (CB) es el nuevo paradigma que se intenta contraponer a la conservación neoliberal. Ésta se basa en la coparticipación de las comunidades indígenas (conservación comunitaria) en las zonas donde coinciden los hotspots de biodiversidad con territorios de los pueblos indígenas. Basado en una regionalización de Conservación Internacional (CI) se localizaron 40 regiones que representan 8.5 por ciento de la superficie terrestre donde se encuentran 67 por ciento de todas las plantas vasculares y más del 50 por ciento de los mamíferos, reptiles, anfibios y aves del orbe. Al mismo tiempo ahí se localiza el 68 por ciento de las lenguas habladas por pueblos indígenas, lo cual revelaría un estrecho vínculo entre la diversidad biológica y la cultural. En Yucatán ha sido fundada la primera reserva biocultural del país a iniciativa de cinco municipios mayas de la región del Puuc en sinergia con el gobierno estatal y varias ong.

Para esta transformación de paradigma lo que se pretende es:

1) El deslinde conceptual e ideológico de un ambientalismo de Estado, esencialmente tecnocrático, ligado abiertamente a los intereses del capital nacional y trasnacional.

2) El reemplazo de los cuadros directivos actuales por funcionarios comprometidos con los valores de un ambientalismo legítimo y crítico (ecología política).

3) Capacidad de desactivar los innumerables procesos de destrucción, pillaje y depredación ecológicos que hoy padece el país en zonas rurales, ciudades y el sector industrial.

4) Una política ambiental transversal con diferentes dimensiones del aparato público: lo energético (paso de combustibles fósiles a energías renovables), lo alimentario (transición hacia la agroecología y la pesca responsable), la política hidráulica (recuperando el control público del agua y promoviendo los comités y organizaciones ciudadanas), lo territorial (mediante un programa nacional de ordenamientos ecológicos a escala comunitaria y municipal de carácter participativo), lo urbano (creando ciudades sustentables), lo industrial (con una estricta campaña de no contaminación y de integración de industrias), lo económico (promoviendo una economía social y solidaria y un consumo responsable) y lo educativo (hacia una educación ambiental que integre ciencia y arte en todos los niveles y sectores) (Toledo, 2018).

Concluyendo que:

«Sobre todo construir desde lo local (comunidades, municipios, microrregiones) un poder ciudadano o social capaz de enfrentar y controlar las acciones suicidas del Estado y del capital. En suma, una (eco)política desde, con y para la vida.(Toledo, 2020).»

La primera ilusión que podemos analizar es la propia definición de conservación biocultural la cual supone que la regionalización hecha por CI da por hecho territorios homogéneos donde por el hecho de ser indígenas seguramente aceptarán la denominación hecha de la misma forma (up to down) que se ha criticado desde la ecología política y los pueblos. Digno ejemplo de esto fue el fracaso de la Reserva Biocultural Montes Azules que puso en evidencia la conjunción de buenas intenciones con el desconocimiento de la zona, la ingenuidad política, pero sobre todo la falta de herramientas en el quehacer político en una región tan compleja como lo es la Selva Lacandona. Por decir lo menos, la realidad mostró lo ridículo de la propuesta hecha desde un postulado teórico. La ilusión de esta primer característica que queremos señalar está en la idealización de los pueblos indígenas y su propia negación se encuentra al obviar a los pueblos indígenas con sus contradicciones internas como sujetos políticos y su historia particular.

[…]

La ilusión más grande y tal vez sea la más dañina, sea construir un discurso que dice que va hacer lo que no tiene ni remotas posibilidades de hacer. El peor engaño que están sufriendo muchos de los ambientalistas que han dado la vida por procesos importantes en el país que han puesto freno a las embestidas del capital será creer que desde un cambio de paradigma que tiene los pies de barro sustentado en ideales teóricos puede hacerle frente a la tendencia neoliberal de despojo y optar por un posibilidad de salida frente a la contradicción del capitalismo y su ruptura metabólica. Para nosotros es claro que la justicia, la verdad y las posibilidades de la lucha por la vida nunca vendrán de arriba sin el pueblo organizado, pero para ilusiones ahí está la 4T y su horizonte espejizo.

Para acabar: La regionalización a partir de la relación entre el centro y las periferias ¿por qué el Istmo?

Actualmente el mayor interés del capital trasnacional es habilitar las grandes rutas de circulación mercantil en la que el Corredor Interoceánico juega un papel importante para el país y la geopolítica mundial. La gran oferta al gobierno en turno es que por medio de la legitimación social con la que cuenta se pueda desarrollar uno de los proyectos soñados por los capitalistas desde hace cientos de años. Un proyecto de tales dimensiones solamente se puede explicar bajo una escala mayor como lo es el momento actual del capitalismo, antes de pensar que es una obra de desarrollo del gobierno progresista en turno. El Istmo hoy adquiere una relevancia geoestratégica no por las bondades de la cuarta transformación sino por la ambición de la circulación del gran capital que pasa por ahí. La supuesta perspectiva ambientalista se ve frenada de golpe por los intereses del capital hablando a través de los empresarios una lucha que, como defendimos a lo largo del artículo, si es planteada al interior del sistema capitalista y sin los pueblos, está perdida de entrada.

[Fragmentos. El articulo completo se encuentra en Metabólica, núm. 1, El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, la cual puede adquirirse aquí]