La nueva plataforma de streaming Disney Plus comenzó a operar en Latinoamérica este 17 de noviembre, la transnacional estadounidense entra así de lleno a la competencia con empresas como Netflix y Amazon, para lograr que más y más de nosotros les paguemos por un rato de entretenimiento. ¿Qué hay detrás de una noche de series o películas en la sala a través de Disney?
The Walt Disney Company es uno de los grandes conglomerados empresariales globales. Fue la cuarta empresa más grande de medios en 2018, según el ranking realizado por el alemán Institut für Medien- und Kommunikationspolitik. [1]
En el 2019 ocupó la posición número 36 en el ranking anual de la revista Forbes que enlista las dos mil empresas más grandes del mundo, con ventas por $74.8 billones de dólares, ganancias del orden de $10.4 billones de dólares, activos por $200.9 billones de dólares y un valor de mercado de $195.3 billones de dólares. Con estos datos Disney se ubicó por encima de grandes corporativos como Intel, Facebook, General Electric, bancos como el Morgan Stanley y el Goldman Sachs, empresas automotrices como Honda y General Motors, entre otras. [2]
Y aun cuando este año los cruceros y parques temáticos Disney han debido cerrar o limitar sus actividades ante la pandemia de la Covid19, la empresa estadounidense sigue obteniendo jugosas ganancias.
¿De dónde vienen las ganancias de grandes transnacionales como Disney? Esta empresa fundada en la primera década del siglo XX obtiene sus ganancias no sólo de la venta de “experiencias” a través de sus parques temáticos y cruceros, de sus películas, series y programas de televisión y radio, de sus obras de teatro y producciones musicales, o de la venta de publicidad en cualquiera de sus plataformas, las ganancias tienen su origen fundamental en la explotación de sus trabajadores, sobre la cual se construye todo un edifico de entretenimiento que termina por adueñarse de los salarios de millones de consumidores en el mundo y de paso de algunas de las ganancias que otras empresas reclaman para sí. Veamos.
Según un informe del 2018 [3], elaborado por el Occidental College y la Economic Roundtable de Los Ángeles, EE UU, las y los trabajadores de los parques temáticos de Disney enfrentan condiciones precarias de trabajo, y es precisamente en esa precariedad para los de abajo que suele afianzarse la opulencia de los de arriba. Si bien el estudio se centra en los trabajadores del parque temático de Anaheim, California, se trata de una buena muestra para observar las condiciones sobre las que se alza el éxito de la casa de Mickey Mouse.
Los salarios de los trabajadores de Disney en este parque de diversiones han caído sistemáticamente entre 2000 y 2017, pasando de 15.80 a 13.36 dólares la hora. Todo mientras los ingresos de la empresa en el mismo periodo crecían sin parar hasta un 98%, esto de la mano de un incremento de visitantes y precios. Para 2017 la división de Parks & Resorts representó el segundo mayor segmento de la transnacional con más del 33% de los ingresos totales de la empresa.
Cabe aclarar que el 85% de los trabajadores gana menos de 15 dólares y más de la mitad menos de 12, en un contexto en el que la línea de pobreza está en los 11.82 dólares por hora, mientras que cada trabajador de tiempo completo le genera ingresos a la empresa, en promedio, por 144, 900 dólares anuales.
La igualdad también es un mito amargo en las tierras de Disney. Por ejemplo, Bob Iger, CEO y presidente de la transnacional, obtuvo durante 2018, sólo por compensación de la empresa, la cantidad equivalente al salario de más de 9 mil trabajadores de Disneyland.
Estos salarios no alcanzan para tener una vida digna. Según el estudio citado casi tres cuartas partes de los trabajadores señalan que sus salarios no son suficientes para cubrir sus gastos básicos mensuales, más de la mitad admiten preocupaciones sobre perder la vivienda si no pagan a tiempo, la misma proporción informa que vive en condiciones de hacinamiento.
Los bajos salarios tampoco permiten asegurar alimentos de calidad en la mesa. Casi la mitad, 46% de los trabajadores, padecen muy baja seguridad alimentaria, y este problema aumenta a 76% si consideramos a quienes tienen hijos menores de 18 años. Respecto a la salud, tan mermada en estos tiempos, 43% afirmaron que no pudieron pagar los cuidados dentales que necesitaban, 30% no pudieron pagar por lentes y 24% no pudieron costear consultas de seguimiento médico. Todo esto mientras que para pagar el seguro médico que Disney les vende 36% de los trabajadores deben renunciar a otras necesidades.
A los pésimos salarios se añaden condiciones de trabajo que complican tener una vida más allá del centro laboral. Horarios laborales cambiantes, tiempos de traslado por encima del promedio en la zona, necesidad de obtener mayores ingresos e imposibilidad horaria de encontrar un segundo empleo, etc. Nada que en México no conozcamos a la perfección. Así que aun cuando en el 2019 Disney apareció en el número 4 de los “mejores empleadores” según la revista Forbes [4], lo cierto es que las condiciones de trabajo, por ejemplo en sus parques de diversiones, distan de ser no sólo convenientes o ventajosas, sino al menos dignas.
Es este sistema de explotación laboral el que sostiene el entramado global de Disney. No podemos olvidar que se trata de una de las principales corporaciones globales del capitalismo contemporáneo y como tal ejerce un monopolio casi absoluto en la llamada industria del entretenimiento y de la cultura. Hoy día controla aparte de sus tiendas, parques recreativos y cruceros, canales de televisión y radio, prácticamente toda la cadena Fox y la ABC, National Geographic en sus distintas versiones, casas productoras de cine como Pixar, Marvel, LucasFilm o 20th Century, productoras musicales y de teatro, etc.
Este monopolio mediático ha logrado un amplio control sobre lo que vemos, oímos y experimentamos en nuestro tiempo de ocio. Se ha encargado durante décadas de difundir un modo de vida y una visión del mundo, una forma de sentir y de pensar que, más allá de lo correcta o incorrecta que sea, nos limita e impide ver las cosas desde otros ángulos y por lo mismo nos empobrece. De la mano de este empobrecimiento, nos somete y domina.
No se trata de aislarnos y dejar de ver u oír lo que las grandes corporaciones ponen a nuestro alcance, o no únicamente. Antes bien se trata de ver lo que ellos no quieren que veamos, escuchar aquello que no les interesa que escuchemos, y de la mano de esas otras miradas y de esas otras voces ir poco a poco descubriendo que los intereses de Disney o de su competencia, de las grandes empresas capitalistas nacionales y extranjeras, no son nuestros intereses. Que nuestros intereses están junto a aquellos trabajadores de Disneyland que sobreviven con bajos salarios y malas condiciones de trabajo, que nuestros intereses están abajo y a la izquierda.
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1] https://www.mediadb.eu/rankings/intl-medienkonzerne-2018.html
2] https://www.forbes.com/global2000/#27a5c888335d
3] Working for de Mouse, https://economicrt.org/wp-content/uploads/2018/02/ERt-Disneyland-final-2-20-2018.pdf
4] https://www.forbes.com/sites/kristinstoller/2018/10/10/the-worlds-best-employers-2018-alphabet-leads-as-u-s-companies-dominate-list/?sh=5808f3b3382e. Cabe mencionar que la lista de mejores empleadores de Forbes se basa en criterios ridículos como: imagen de la empresa o si los trabajadores son mujeres, negros o latinos.