Hoy, las declaraciones de Lozoya, los videos de un lado y del otro, las acusaciones mutuas, las revelaciones de una y mil corruptelas en la aprobación de las reformas estructurales y de las compras públicas; ayer, la compra de votos, los robos descarados del presupuesto público, las cuentas en los paraísos fiscales, etc. La corrupción como forma de gobierno afirma que “la moral es un árbol que da moras” o que “un político pobre es un pobre político”, según viejas consignas de la política made in Mexico. [1]
En la historia de nuestro país, incluso antes de ser una nación independiente ya los actos de corrupción eran el pan nuestro de cada día, en referencia a la ley se decía “acátese, pero no se cumpla”; más tarde, ya como nación independiente, la corrupción ha estado presente a lo largo de los años, siempre desde las altas esferas ha sido uno de los mecanismos privilegiados para conservar y acrecentar las riquezas y el poder. Esto quiere decir que la corrupción no es sólo un mal propio del neoliberalismo, aunque sin duda es durante este periodo que alcanzó un amplio desarrollo.
El dogma neoliberal usó el discurso contra la corrupción como parte de su ataque contra los bienes públicos administrados por el Estado. Los neoliberales señalaron lo obvio al afirmar que los funcionarios gubernamentales estaban enriqueciéndose a costa de los recursos públicos, decían que por ello ninguna empresa o servicio estatal podía ser exitosa o brindar un buen servicio, esa fue parte de su coartada para iniciar la ola de privatizaciones de empresas públicas. En México no fue la excepción. Desde entonces parece que la corrupción sólo la ejercen los funcionarios públicos y nada o poco se dice de los grandes empresarios burgueses que compran favores a diestra y siniestra.
Bajo su forma neoliberal el capitalismo ha dado lugar a que negocios francamente criminales adquieran mayor relevancia: el narcotráfico, la guerra, la trata de personas y de armas, etc. Si el capitalismo neoliberal avanza convirtiendo todo en mercancía, la violencia no es la excepción. De este modo los negocios ilegales, y con ellos los sectores de la burguesía correspondientes, no sólo alcanzaron mayor poder sino que en muchos casos se han fundido con los sectores de la burguesía legal, esto se concreta en el hecho simple y llano del lavado de dinero.
El dinero obtenido ilegalmente siempre opera dentro de los circuitos legales de valor. Para el ciclo del capital, poco importa si el dinero viene de este o aquel negocio, si es fruto o no de la corrupción, el robo o la ilegalidad, lo que importa es si sirve para iniciar nuevos negocios o fortalecer los ya existentes, si sirve para aumentar las ganancias o no.
La corrupción tampoco es un mal sólo de nuestro país, la historia mundial está plagada de actos de corrupción, y lo que es más importante el capitalismo como sistema global, tanto en su modo de acumulación como en su modo de dominación, ha usado la corrupción desde sus orígenes. El robo, la represión, la cooptación, la negociación, la corrupción, son algunas de las herramientas que el Capital usa a lo largo y ancho del planeta, tanto en países desarrollados como en países periféricos, para desplegar su reproducción y maximizar la obtención de ganancias (González Casanova, 2007).
¿En qué sentidos la corrupción es una herramienta fundamental para la reproducción ampliada del capital, para su modo de acumulación y su modo de dominación? Las posibles respuestas son complejas y variadas, por ahora sólo planteemos algunos elementos al respecto.
Primero, ya hemos dicho que mediante la corrupción se obtienen cuantiosas cantidades de dinero que permiten concentrar suficiente capital inicial para desarrollar negocios de todo tipo. Segundo, la corrupción también facilita las cosas a los grandes empresarios-burgueses que a cambio de unos pocos pagos y sobornos pueden saltarse leyes o eludir impuestos, no pensemos que los grandes burgueses padecen la corrupción cuando a cambio de unos pesos logran obtener jugosos contratos de obra pública o cambiar leyes a su favor. Tercero, en el centro mismo de la producción capitalista encontramos una y otra vez mercancías con fallas, la obsolescencia programada y el uso de materiales de mala calidad son la regla cuando de lo que se trata es de ganar a los competidores, reducir costos y aumentar ganancias[2]. Cuarto, esta situación alcanza también a la circulación de mercancías, aun cuando el supuesto del mercado capitalista es que cada consumidor tiene la información adecuada para tomar las mejores decisiones de compra, lo cierto es que lo común es la ausencia de información objetiva y la mentira descarada, un caso obvio de esto es el problema del etiquetado nutricional de miles de productos de la industria alimentaria.
La corrupción permite romper el tejido social y las relaciones comunitarias, lo que sin duda facilita la expansión del capital ¿o acaso prometer beneficios a cambio de votar en tal o cual sentido durante una consulta para la aprobación de un megaproyecto no es corromper? La corrupción también ha sido útil para romper las organizaciones de los trabajadores y con ello facilitar la imposición de medidas contrarias a sus intereses, es decir, la corrupción no sólo opera en asuntos económicos, sino también contribuye al reordenamiento político de una sociedad determinada.
La democracia “sin apellidos”, la democracia electoral que hoy tenemos, con órganos civiles y con partidos políticos, es en verdad una democracia de corruptelas, ahí está toda la podredumbre que hoy sigue saliendo a la luz. Por si hiciera falta decir más, habrá que insistir que cuando las leyes se cambian o redactan según el dinero que circula entre legisladores, cuando los diferentes partidos y candidatos representan todos el mismo programa político y los mismos intereses de clase, cuando estos candidatos y partidos se comportan más como mercantes del voto que como representantes de algún programa alternativo, o cuando las elecciones las ganan quienes más dinero tienen para comprar votos, pagar publicidad y manipular conciencias, entonces no podemos hablar de una democracia real, al menos no una que sirva a las mayorías.
No podemos dejar de mencionar que bajo el capitalismo la democracia no puede ser de otro modo, es decir, siempre que el dinero, el capital y sus ganancias, sean lo central, la democracia se verá amenazada por las “fuerzas del mercado” que buscarán boicotear la voluntad popular, y aun cuando formalmente se desarrollen elecciones y existan órganos de representación, lo cierto es que los intereses dominantes serán los intereses de las clases dominantes. Es pues, fundamentalmente una democracia de clase (Cueva, 1988; Osorio, 2009).
Estos hechos reflejan la forma en que la corrupción es funcional al capital, y esto, el modo en que el capital usa la corrupción para maximizar sus ganancias y reordenar la sociedad, es lo que suele olvidarse. Organismos financieros internacionales, organizaciones no gubernamentales, asociaciones privadas y gobiernos enarbolan el discurso contra la corrupción, pero hacen como que no ven las relaciones profundas que ésta mantiene con el despojo, la represión, el desprecio y la explotación, las cuatro ruedas sobre las que avanza el capitalismo (EZLN, 2005).
¿Cómo resolver la corrupción? ¿Cómo combatirla y erradicarla? el buen ejemplo y la lucha desde el punto de vista moralino no bastan, como tampoco bastan las instituciones que al tiempo que dicen combatir la corrupción pretenden fortalecer el papel de las corporaciones privadas globales en el manejo de los asuntos públicos. La solución no viene tampoco con más leyes y reglamentos hechos desde arriba que lo único que ofrecen son nuevos campos de oportunidad para la corrupción misma.
La educación y el fomento de buenos valores no sobran, es más, son tareas necesarias, pero que para ser efectivas requieren fuerzas sociales que las desplieguen y sostengan, sin éstas sólo se quedan en mecanismos que dejan en el individuo una responsabilidad que pertenece a la sociedad en su conjunto. Sin duda lo que cada uno pueda hacer desde su propia casa aporta y puede contribuir a solucionar los pequeños actos de corrupción, pero lo fundamental es comprender que la corrupción que verdaderamente tiene un impacto social es un problema estructural, sistémico.
Si la corrupción es “el abuso del poder para obtener beneficios propios” (Transparency International, 2020), podemos pensar que siempre que haya quien posea poder respecto a otro estará dada la condición necesaria para el acto corruptor. Y en este sentido no podemos olvidar que bajo el capitalismo, y bajo las sociedades divididas en clases, existen relaciones de poder, y, aunque no son las únicas, nos referimos especialmente a las relaciones de poder político que encuentran su centro en el Estado. Dicho de otro modo, mientras existan dominantes y dominados la corrupción estará latente.
Del mismo modo mientras vivamos en un sistema, el capitalista, que tiene como engranaje fundamental el capital-dinero, la corrupción se hará presente. En el capitalismo el dinero no sólo funciona como medio de intercambio de los diversos productos para el uso, sobre todo funciona como representación del poder social. Bajo éste sistema quien tiene dinero lo puede todo y lo compra todo, y en ese simple y cotidiano hecho es donde ancla la corrupción. [3]
Para concluir debemos insistir que si la corrupción no es sólo un fenómeno neoliberal sino propio del capitalismo, su combate exige medidas no sólo antineoliberales, sino anticapitalistas.
Una de estas medidas es el ejercicio pleno de la democracia. De una democracia radicalmente distinta a la actual, donde las mayorías que abajo somos tengamos en nuestras manos la toma de las decisiones fundamentales. Una democracia participativa y de masas donde seamos más que simples espectadores, una que involucre a la mayor cantidad de gente posible y que parta de las bases materiales, económicas y culturales, que permitan esa participación; una democracia cognoscitiva y dialógica que nos permita encontrar y dar cuenta de nuestros intereses y no sólo reproducir los intereses que nos imponen desde arriba; una democracia que no anule las diferencias que nos enriquecen pero que sí combata las desigualdades que nos dividen, que luche por hacer posible la equidad sobre la cual florecen los distintos modos que somos; una democracia sin dinero donde no haya salarios extraordinarios ni pagos exuberantes para los representantes ni para los publicistas; una democracia donde los representantes puedan quitarse del cargo si no cumplen lo que las mayorías mandan; una democracia sin políticos profesionales que permita la inclusión de todas y todos en el ejercicio del autogobierno; en fin, una democracia donde realmente se cumplan los principios zapatistas del mandar obedeciendo, una democracia que acabe con la división entre dominantes y dominados.
Este tipo de democracia no es una utopía inalcanzable, no sólo los avances tecnológicos y educativos la hacen posible, sino que ya se construye, por ejemplo, en las comunidades zapatistas, en muchos otros pueblos originarios, en la pequeña isla de Cuba, no de forma pura, no sin contratiempos, pero avanza, y con ella avanza la vida digna (Fiordelisio, 2007; EZLN, 2013). No lo olvidemos, no todo es la politiquería, la real politik, la porquería que hoy llena nuestros medios noticiosos, no todo son videoescándalos y leyes aplicadas a modo; hay otras opciones, están abajo y a la izquierda, están en el anticapitalismo.
[1] La primera frase se adjudica a un viejo cacique del estado de San Luis Potosí, Gonzalo N. Santos, mientras que la segunda la hizo famosa Carlos Hank González patriarca priista del Grupo Atlacomulco y abuelo del actual Carlos Hank Rohn, quien es dueño de Banco Banorte, vicepresidente de Gruma y parte del consejo asesor empresarial del presidente López Obrador. (López Obrador, 2019; Tourliere, 2020) [2] Un ejemplo del tipo fraudulento de la producción en el capitalismo lo encontramos en la empresa automotriz VW, cuando en 2015 autorizó la instalación en sus autos de un software que permitía alterar las mediciones de emisiones contaminantes, “Cómo Volkswagen trató de encubrir el «terrible» fraude de las emisiones contaminantes”, https://www.bbc.com/mundo/noticias-44014908; sobre la llamada obsolescencia programada puede verse el documental Comprar, tirar, comprar de Cosima Dannoritzer en https://www.youtube.com/watch?v=24CM4g8V6w8. [3] “El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su esencia; vale, pues, como ser omnipotente…, el dinero es el alcahuete entre la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre. Pero lo que me sirve de mediador para mi vida, me sirve de mediador también para la existencia de los otros hombres para mí. Eso es para mí el otro hombre. […] La inversión y confusión de todas las cualidades humanas y naturales, la conjugación de las imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que esencia genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder enajenado de la humanidad.” (Marx, 2001). Referencias
Cueva, A. (1988). Las democracias restringidas en América Latina: elementos para una reflexión crítica. Quito: Planeta.
EZLN. (2005). Sexta Declaración de la Selva Lacandona. México. Obtenido de http://enlacezapatista.ezln.org.mx/sdsl-es/
EZLN. (2013). Gobierno autónomo. Cuaderno de texto del primer grado del curso «La libertad según l@s zapatistas» (Vols. I, II). Recuperado el 18 de agosto de 2020, de https://www.centrodemedioslibres.org/wp-content/uploads/2017/08/Gobierno-Autonomo-I-1.pdf; https://www.centrodemedioslibres.org/wp-content/uploads/2017/08/Gobierno-Autonomo-II.pdf
Fiordelisio, M. (2007). Poder popular y autogobierno en Cuba. La revolución desde el municipio. México: Ítaca.
González Casanova, P. (2007). Corrupción y capitalismo. IIS-UNAM. Recuperado el 20 de agosto de 2020, de http://conceptos.sociales.unam.mx/conceptos_final/416trabajo.pdf
López Obrador, A. M. (2019). Hacia una economía moral. México: Planeta.
Marx, K. (2001). Manuscritos Económicos y filosóficos de 1844. Recuperado el 20 de agosto de 2020, de https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/manuscritos/index.htm
Osorio, J. (2009). Las aporías de la llamada transición a la democracia. En J. Osorio, Explotación redoblada y actualidad de la revolución (págs. 237-248). México: Itaca-UAM.
Tourliere, M. (9 de mayo de 2020). Hank, la familia consentida. Proceso. Recuperado el agosto de 21 de 2020, de https://www.proceso.com.mx/629433/hank-la-familia-consentida
Transparency International. (2020). What is corruption? Recuperado el 20 de agosto de 2020, de https://www.transparency.org/en/what-is-corruption#define