¿El sistema nacional de salud podrá enfrentar satisfactoriamente el reto que significa el Covid19, o se verá colapsado como ha pasado en Italia o España?
En nuestro país el sistema de salud está compuesto por un sector privado y uno público. El primero ha crecido en los últimos 40 años como parte de las políticas neoliberales de privatización y mercantilización, incluye los hospitales y clínicas privadas, pero también los pequeños consultorios y farmacias que inundan las colonias populares; el segundo ha sido sometido a un proceso de desmantelamiento y reducción de presupuestos, instituciones como el IMSS y el ISSSTE son sólo una caricatura de lo que pretendieron ser a mediados del siglo pasado, y la responsabilidad de esto no es de este o aquel médico o enfermera que hace bien o mal su trabajo, sino de una política estatal que ha buscado volver mercancía la salud de los mexicanos.
Este sistema de salud neoliberal es el que deberá hacer frente al coronavirus. Veamos de manera rápida las condiciones en que décadas de políticas neoliberales capitalistas lo han dejado.
Lo primero que habría que señalar es que el sistema de salud en nuestro país es altamente inequitativo, tanto en lo que se refiere al acceso como a la calidad de la atención. Dicho de forma clara, los que tienen dinero pueden acceder a más y mejores servicios de salud que los que no tienen estos recursos, y no sólo eso, la desigualdad económica también divide a los que pueden tener una vida más sana, productos orgánicos y vacaciones constantes aseguradas, y aquellos que por necesidad y falta de recursos llevan una vida menos saludable, con comida chatarra y estrés laboral de por medio.
Veamos algunas cifras que nos darán una idea de los problemas que enfrentamos. En México, la esperanza de vida es de 75 años, por debajo del promedio de los países de la OCDE que rondan los 80 años, o Cuba que alcanza cifras similares , y lo que resulta peor es que esta cifra se ha estancado desde el año 2000 cuando cada mexicano vivía en promedio 74 años.
La inversión pública en salud ha disminuido progresivamente y permanece por debajo del promedio de los países de la OCDE e incluso debajo de aquellos países con PIB comparable al de México, así por ejemplo, Italia invierte más del 6% del PIB en salud, Cuba casi el 11%, mientras que México sólo el 2.8%. Estos mismos países tienen gastos en salud por persona de 1900, 786 y 236 euros respectivamente, lo que hasta antes de la crisis actual significaban gastos por casi 49 mil pesos en Italia, más de 16 mil en Cuba y menos de 5 mil en México. En nuestro país esto se refleja en la falta de medicamentos, médicos, enfermeros/as, camas de hospital, unidades de terapia intensiva y en general en una infraestructura no sólo deteriorada e insuficiente sino también profundamente desigual.
México tiene 2.4 médicos por cada 1 000 habitantes, el promedio de la OCDE es de 3.4, mientras que Cuba tiene más de 8 o Italia 4, y la Organización Mundial de la Salud recomienda al menos 3 por cada mil habitantes. En el mismo sentido nuestro país cuenta con menos enfermeros/as y camas de hospital que el promedio de la OCDE, tiene alrededor de 1.5 camas hospitalarias y 3 enfermeros/as por cada mil habitantes mientras que Cuba e Italia tienen alrededor de 8 y 6 enfermeros/as respectivamente.
Esta cantidad insuficiente de personal de salud se distribuye inequitativamente a lo largo y ancho del territorio nacional, en la capital, la CDMX, hay cerca de 4 médicos por cada mil habitantes, mientras que en otros estados la cifra es de entre 1 y 2. No es un secreto para nadie que los hospitales de especialidades y con mejores condiciones se concentran en la capital del país o de los estados, mientras que en las comunidades urbanas y rurales de las periferias existen clínicas sin las condiciones mínimas de operación.
Esta infraestructura en salud se complementa con la pobreza en que vive más del 50% de la población y con condiciones de vida insalubres. Los mexicanos somos de los más obesos del mundo, alrededor del 33% de los adultos tenemos obesidad, mientras que el 73% del total de la población tiene sobrepeso, asimismo 16% de los adultos están enfermos de diabetes, esto es más del doble que el promedio de la OCDE.
En todo lo anterior juegan un papel fundamental la comida chatarra que mal nutre a nuestros hijos; el estrés y la sobre explotación laboral que dejan poca energía para el ejercicio al aire libre; la infraestructura colapsada del transporte público que nos desgasta antes de llegar al centro de estudio o trabajo; y la falta de posibilidades y opciones de entretenimiento y ocio que no sean frente a una pantalla; y en generalas las condiciones de vida atadas al productivismo y al consumismo.
Este escenario critico no es una casualidad, castigo divino o el efecto indeseable de las buenas intenciones de los gobernantes, es antes bien, el producto de décadas de políticas neoliberales que han convertido la salud en una mercancía. En la planeación y ejecución de estas políticas los actores fundamentales han sido las grandes empresas farmacéuticas nacionales y transnacionales, los grandes empresarios burgueses y el Estado mexicano.
A nivel mundial la industria farmacéutica es una de las que más ganancias genera, su alta composición de capital, el papel de la ciencia y el conocimiento especializado se conjuntan con el despojo de los conocimientos ancestrales y los mapas genéticos de comunidades y ecosistemas alrededor del globo. Para darnos una idea, en 2017 las 10 principales empresas farmacéuticas generaron ventas por un valor de 437, 257 millones de dólares. Esta industria se encuentra monopolizada por unas cuantas corporaciones globales, las principales son la estadunidense Pfizer, y las suizas Novartis y Roche.
En México, para 2014 las 10 corporaciones más grandes por ventas en nuestro país tan solo para el mercado privado fueron: Pfizer (EE UU), Sanofi (Francia), Bayer (Alemania), Novartis (Suiza), Schering Plough (EEUU), Boehringer Ingelheim (Alemania), Johnson & Johnson (EE UU), Merck-Serono (Alemania), Pisa Farmacéutica (México) y Sanfer (México). El mercado público, es decir, aquellas empresas que suministran a las instituciones públicas de salud, también se encuentra monopolizado por unas cuantas empresas nacionales, tales como Farmacéuticos Maypo, Grupo Fármacos Especializados, Nadro y Marzam, las últimas tres concentran el 80% del mercado nacional de distribución de medicamentos. Por otro lado, la venta al consumidor final se concentra en las cadenas de Farmacias Similares, Wal-Mart, Farmacias GI y Farmacias del Ahorro.
El negocio privado de la salud lo complementan las cadenas hospitalarias y las empresas que venden servicios médicos, de entre ellas sobresalen el Grupo Empresarial Los Ángeles, propiedad de Olegario Vázquez Raña; Star Médica, empresa de Carlos Slim, y Farmacias Similares, de Víctor González Torres; todas ellas han acaparado el mercado de la salud privada en México generando a sus dueños cuantiosas y aceleradas ganancias.
En este mismo sentido, un negocio que ha crecido velozmente en los últimos años es el de los pequeños consultorios privados asociados a las cadenas farmacéuticas. El crecimiento de estos establecimientos fue de 340% en el periodo de 2011-2014 y se estiman ganancias anuales, sólo por consulta, de 4 mil 562 millones 500 mil pesos a nivel nacional; según el INEGI el 45% de las consultas privadas en el país se realizan en estas unidades que cuentan con alrededor de 15 mil consultorios y 32,500 médicos. En 2013 se registró el mayor número de consultorios en el país, con 6,259 permisos. Las tres principales empresas beneficiadas fueron Farmacias Similares con 943 autorizaciones, Farmacias del Ahorro 464 y Farmacias Benavides 208.
Este gran negocio que es la salud ha sido promovido por organizaciones como la Fundación Mexicana para la Salud (FUNSALUD), que aunque se define como una asociación civil, autónoma, sin fines de lucro, es antes bien una de tantas organizaciones de la burguesía, de ella forman parte empresas como Televisa, TV Azteca, Grupo Bimbo, Cemex, Nestlé, Coca Cola, la farmacéutica Novartis, Laboratorios Pfizer, y empresarios como Carlos Slim; Olegario Vázquez, dueño de los hospitales Los Ángeles, de aeropuertos, así como de los canales de televisión y radio de Grupo Imagen y el periódico Excélsior; Alfredo Rimoch, uno de los magnates de la industria farmacéutica, directivo de Laboratorios Liomont y funcionario de la UNICEF, Alberto Baillères, uno de los cinco hombres más ricos en México, dueño de diversas empresas en sectores como el petróleo, minería, metalurgia, etc.
En conclusión, podemos responder que el sistema de salud en México, y el sistema social político y económico en el que se basa, es una gran debilidad para hacer frente al Covid19. No podemos negar que en nuestro país siguen muriendo personas por enfermedades curables como la diarrea y por condiciones evitables como la desnutrición. El cambio de nombre de las instituciones, sean seguros populares o de salud para el bienestar, no solucionará los problemas, la clave no está en el nombre o la política de comunicación social que se despliegue, sino en los recursos que el Estado ponga a disposición de la gente; y aún más, en las capacidades que la organización comunitaria logre edificar, en el autogobierno popular que ponga a disposición de todos los recursos que con tanto esfuerzo hemos construido, sin importar si éstos son propiedad privada de algún multimillonario en particular. Hoy más que nunca es necesario expropiar a los que lucran con nuestra salud.
El extractivismo y la política de desarrollo basada en la explotación de los seres humanos y la naturaleza para obtener más y más ganancias para unos cuantos, no sólo afecta nuestros bolsillos sino también nuestra salud. Otro modelo de desarrollo centrado en los seres humanos y no en el capital, es no sólo necesario sino urgente para defender la vida, el cambio climático y la actual pandemia de Covid19 nos lo recuerdan. El anticapitalismo es hoy una cuestión de vida o muerte, por ello decimos, también en salud ¡Para todos, todo!