La movilización masiva de la mujeres el 8 de marzo (8M) y el paro del día siguiente (9M) constituyeron un extraordinario grito de ¡Ya basta! frente a los feminicidios y la violencia contra las mujeres. Como muchos, usted querid@ lectora@ del Torito, se preguntará el porqué de esta situación si nos encontramos en plena cuarta transformación. A estas alturas seguramente ya conoce las teorías de la conspiración “sororianas” -por George Soros- que se sorprenden de la marea violeta como si se tratara de un acontecimiento nuevo o circunstancial, ocultando con ello la legitimidad de las demandas y la lucha impulsada desde hace varios años.
Lo cierto es que dichas acciones políticas se pintaron de diversos colores, más allá del verde y el violeta. Y esto responde a la disputa por el sentido político de la lucha y las demandas. La gravedad de la situación y la justicia de las reivindicaciones han obligado a diversos actores a posicionarse -desde las caras al frente de programas televisivos, revistas de chismes, empresarios, hasta los partidos políticos y el bloque en el gobierno-. El carácter específico de todas estas manifestaciones sólo se puede entender si lo situamos en la política de los de arriba -tanto de la 4T como de diversas fracciones de la burguesía que la respaldan o se le oponen-. Entonces, vale preguntarse ¿Cómo actuaron los administradores del aparato de Estado y las fuerzas de la burguesía frente al desafío? A continuación aportamos algunas pistas.
La llegada de AMLO y su partido MORENA al gobierno no terminó con la guerra contra el pueblo ni con la violencia contra las mujeres. Esto lo hemos podido atestiguar con la continuidad de los feminicidios. La persistencia y gravedad del fenómeno, tanto como el impulso desde abajo del movimiento feminista ha obligado a la 4T a posicionarse frente a las legítimas demandas de las mujeres. Ello se debe fundamentalmente a que el bloque en el gobierno no ha transformado las causas estructurales de descomposición social producidas por el capitalismo en las décadas previas. Esto se acentúa con la persistencia de la violencia, la continuidad de una solución militar con la Guardia Nacional, la redistribución de dinero con programas sociales y una cruzada moral que no transforma ni organiza la conciencia de las mayorías afectadas por la ruptura del tejido social que señalamos. Así, en general ha actuado de manera desarticulada.
Por un lado, las declaraciones de AMLO parecen minimizar la situación, y aunque pretenden reconocer la validez de las demandas, aspiran a diluirlas en un humanismo abstracto. El presidente pide paciencia para resolver la cuestión, pero no brinda salida o solución alguna de carácter estructural, ni aporta a la organización política de las mujeres. Por lo tanto sus declaraciones han alejado a segmentos importantes del feminismo, los que se convierten en segmentos susceptibles de ser convencidos por las soluciones reaccionarias.
Por otro lado, un sector de mujeres de MORENA, en el contexto de las movilizaciones del mes de marzo, realizó una campaña de propaganda por medio de su periódico Regeneración. Pero, como ha sido su dinámica en torno a otras problemáticas sociales, el partido no promovió la organización de los directamente afectados, en este caso las mujeres.
Así mismo, las feministas de la 4T en cargos de representación –legisladoras federales, locales y funcionarias de diversos niveles de gobierno– se pronunciaron a favor de la movilización y de resolver las demandas de las mujeres pero sin una alternativa de solución, acaso la promesa de tener voluntad de intentar hacer lo que esté en sus manos.
Por su parte el Gobierno de la CDMX no ha articulado un proyecto que se proponga resolver de raíz el problema del feminicidio o que apele a la organización autónoma de las mujeres y a hacerlas partícipes como sujeto colectivo. Aunque el gobierno decretó la alerta por violencia contra las mujeres a fines de 2019 con 11 acciones de identificación, señalamiento, vigilancia y campañas de visibilización y sensibilización, esto no logró frenar la tasa diaria de feminicidios en la ciudad. Ante los casos recientes, Sheinbaum comenzó a impulsar brigadas a domicilio cuyo objetivo es informar e implementar violentómetros para canalizar individualmente a las mujeres a las instituciones, bajo la consideración de que la violencia nace en el núcleo familiar.
Frente a la pérdida de apoyo de segmentos del movimiento feminista a la 4T, fracciones de la burguesía y expresiones políticas de oposición –como el PAN– han buscado acuerpar la lucha de las mujeres desde la derecha. Han reforzado a conveniencia el separatismo ahí donde les permite golpear a las organizaciones políticas de izquierda aprovechando su pugna interna, con el afán de propiciar su desmembramiento y estigmatización. También han exacerbado la vigilancia y el castigo como únicas soluciones posibles ante la violencia contra la mujer.
Como muestran los actos de los de arriba, desde allá sólo podemos encontrar peticiones de paciencia, promesas, señalamiento, estigmatización, vigilancia, castigo, desorganización y soluciones parciales e individualistas, reduciendo la violencia al seno de la familia y no a la violencia estructural producida por el sistema capitalista.Nosotr@s pensamos que a esa dimensión estructural es donde hay que apuntar para acabar de raíz con los feminicidios y la violencia contra las mujeres. Pero para eso necesitamos superar las soluciones individuales, avanzar desde abajo en consolidar la organización de las mujeres, para hacernos más fuertes. Construyamos esa alternativa organizativa permanente de mujeres desde nuestras comunidades en barrios, centros de trabajo y escuelas. Construyamos esas redes de autocuidado de mujeres que luchan de modo para construir la solución desde abajo. Sólo la organización permanente de las mujeres nos mantendrá vivas. Esa es la lección de las compañeras zapatistas. Organicémonos para mantenernos vivas e impulsar una política de reparación, por tejer lazos de solidaridad, fraternidad y compañerismo para curar a este mundo de la enfermedad del capital.