¿Quiénes ponen a los muertos? La guerra contra el pueblo en tiempos de la 4T

Se acerca una de las celebraciones más importantes – y una de las más mercantilizadas desde hace algunos años– en México y en algunas partes del mundo en la que se encuentran grupos amplios de latinos. Nos referimos al “día de muertos” que según la región y la lengua, adopta nombres que hacen referencia a una tradición ancestral; así en la huasteca se celebra el xantolo, o “fiesta de todos santos”, en Michoacán a esta celebración se le llama “velación” y en los pueblos de la zona maya se celebra el hanal pixan, o “comida de las ánimas”.

La celebración de día de muertos o de los “santos difuntos”, tiene un objetivo que se ha mantenido a lo largo de los siglos, es un ejercicio de memoria. Para realizarlos se elaboran distintos rituales como colocar incienso, caminos de flores, fotografías, pan, comida y bebida para nuestros muertos, que como favor especial de los dioses pueden regresar al mundo de los vivos y compartir con sus familias los lazos que los unen como familia, como comunidad, como pueblo.

En este contexto, desde algunos años en México se realizan desfiles de personas disfrazadas de “la catrina” de José Guadalupe Posada, un importante grabador de finales del siglo XIX, o bien de personajes de películas famosas de Hollywood que van desde personajes de fantasía hasta jokers. Si bien las tradiciones no son algo estáticos y es imposible que éstas se mantengan “puras” o estáticas, algo que no debemos olvidar es que más allá de los disfraces y desfiles, esta festividad son una invitación a la memoria, de ahí su importancia y sobre todo, su necesidad.

Lo anterior es muy claro para el Congreso Nacional Indígena (CNI) y para su Concejo Indígena de Gobierno (CIG). Recordemos que alrededor del CNI-CIG se agrupan pueblos y comunidades indígenas que se han organizado desde 1996 para defender su territorio del embate que significan los megaproyectos como el Proyecto Integral Morelos (PIM), así como de la extracción ilegal de sus recursos naturales, o bien de la violencia que han implementado los diferentes grupos del crimen organizado de la mano del gobierno federal y local a lo largo y ancho del país.

Hace algunos días, la vocera del CNI-CIG, María de Jesús Patricio, Marichuy; en su visita al territorio Vasco (Europa), denunció el aumento de la represión, el hostigamiento contra los pueblos y comunidades indígenas que se oponen a la instauración de los megaproyectos energéticos en lugares como el Istmo de Tehuantepec, Morelos y el territorio por el que pasará el Tren Maya.

Al aumento de la represión y del hostigamiento se suma el asesinato de 13 integrantes de diferentes pueblos y comunidades del CNI, desde los primeros meses de este año. En este proceso, los cárteles del narcotráfico como el cártel de Sinaloa, el cártel de Jalisco Nueva Generación, el cártel del Golfo, los Zetas, los Caballeros Templarios, La Familia, los Ardillos y los Rojos; han tenido un papel central, pues son los que se encargan de implantar el terror en la comunidad y por otro, por medio de la violencia, se encargan de apoderarse del territorio para el tráfico de drogas, armas, personas y recursos naturales como oro, plata, uranio y maderas preciosas, entre otros.

Si bien el crimen organizado es central en la violencia que se ejerce contra los pueblos, no es el único, pues el cerco criminal a las comunidades no sería posible sin la colaboración del Estado a través de instancias como la Guardia Nacional o bien por omisión y faltas en el ejercicio de justicia, y de otras expresiones de la delincuencia organizada.

Por todo lo anterior, y atendiendo al ejercicio de memoria al que nos convoca la festividad del día de muertos, no queremos dejar pasar la oportunidad de mencionar a aquellos que han sido asesinados en este año por organizarse para enfrentar al gran capital: Noé Jiménez y Santiago Gómez Álvarez, dirigentes campesinos integrantes del Movimiento Campesino Regional Independiente y opositores a los hermanos Carpio Mayorga (PRI-PAN-Morena), secuestrados y asesinados por un comando armado en Chipas el 17 de enero; Samir Flores Soberanes, comunicador nahua y opositor al Proyecto Integral Morelos (PIM) asesinado a tiros frente a su casa en Amilcingo, Morelos, el 20 de febrero; Julián Flores Cortés, líder de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC), asesinado en la región de la Costa Chica, Guerrero, el 12 de abril; Ignacio Pérez Girón, síndico Tsotsil asesinado en Tuxtla, Gutiérrez el 4 de mayo; José Lucio Bartolo Faustino y Modesto Verales Sebastián, integrantes del Consejo Indígena y Popular de Guerrero Emiliano Zapata (Cipo-EZ), asesinados el 4 de mayo en Guerrero; Bartolo Hilario Morales e Isaías Xatenco Ahuejote, integrantes de la CRAC-PC y del Cipo-EZ, asesinados el 23 de mayo en Guerrero; un joven nahua asesinado por un grupo paramilitar en Colima el 31 de mayo.

A estos nombres se suman los de más de 117 compañeros que también han sido asesinados o arrebatados de sus comunidades sin que hoy se conozca su paradero, desde 1996, año de la fundación del CNI. Todos ellos fueron asesinados por organizarse y defender su territorio, por oponerse a proyectos de muerte donde nace la vida en forma de río, de bosque, de playa virgen, de selva, de flora y fauna.

Que estas fechas sean una invitación para colocar sus nombres en la memoria, no permitamos que sus nombres se pierdan en medio de disfraces y desfiles comerciales, al contrario, que sus nombres sean una invitación para acercarnos a sus luchas, a sus comunidades, a sus pueblos, y sobre todo, que sean una oportunidad de hacer presente su memoria en la resistencia y en la lucha contra el sistema de muerte que es el capitalismo.